TE ESTABAS DESPIDIENDO

despidiendoAsí que te estabas despidiendo. Esos esfuerzos por acercarte a cenar a pesar de que no estabas precisamente en un buen día. Eran por despedirte. Por volver a mirarme cara a cara, con esa sonrisa del que está seguro de lo que dice sin género de duda alguno, y, pausada pero demoledoramente, dejando más que clara tu postura.Qué diferencia de cuando afirmabas a cuando reflexionabas. En la afirmación ya ha quedado claro como eras. Cuando reflexionabas necesitabas algo en las manos. Te valía una servilleta que ibas doblando mientras exponías tus pensamientos. Otras era la cucharilla o un vaso. Y cuando no había utensilios, ibas retorciendo tu cuerpo acercando y alejándote. Y te estabas despidiendo.Valía una mirada, un casi imperceptible gesto para entendernos en cualquier retransmisión. Por cómo nos decíamos las cosas nos quedaba claro a ambos como estaba el otro. Y te estabas despidiendo.Nunca supimos bien dónde nos conocimos. Pero con el tiempo convenimos que Spa había sido un buen sitio para que hubiera sido allí. Por las vacas. ¿Te acuerdas del cacchondeo con las vacas de Spa? Habíamos coincidido sin cruzar palabra muchas veces en los circuitos. Especialmente en Barcelona cuando los test eran cosa de un gato cojo y dos ratones. Pero nunca cruzamos palabra hasta Spa. Más allá de un gesto con la cabeza de hola y adiós. EN Spa que si llueve, que si para. Y tantas veces que nos habíamos cruzado sin decir palabra pues la cercanía nos hizo entablar conversación. A pie de Eau Rouge dónde decías que era el sitio del mundo mejor para sentir lo que era la F1. “¿Te has fijado en las vacas?” Me dijiste. Y sin dejarme contestar, te echaste hacia adelante señalando a varias de ellas con aquella media sonrisa. “No va a llover más”. Supongo que al ver mi cara de sorpresa o vaya usted a saber qué, me explicaste el por qué. “Si la vaca está tumbada es que lloverá, pero si está de pie, no”. Yo asentía mientras me explicabas lo del pelo y la incomodidad del rumiante. No volvimos s coincidir hasta casi 10 años después. Al menos en persona.Cuando Grand Prix International cogió vuelo, insistí en que dos personas tenían que estar escribiendo allí. David Plaza, sí, aquel que con los nervios al conocerte te plantó dos besos en vez de darte la mano. Y tu. Y es que pleitesía, un respeto máximo. Eso te tenemos todos. Porque nadie jamás ha dicho algo malo de ti. Y eso no es por quedar bien y lo que se dice de alguien cuando se va. Bien sabes de que de mí no todos los dirán. Y te estabas despidiendo.A raíz de Grand Prix todo evolucionó a una uña y carne que la distancia, lejos de debilitar, solidificó. De ahí salieron proyectos comunes, Marca TV, Canal +, DTM, WEC. Joder macho. Lo que me enseñaste. Aquel Charly 2 Beer al que amamantaste a tus pechos, se fue moldeando en las retransmisiones con el mejor de los maestros.Cuatro años y medio hace que sabías que te ibas pero nunca dijiste adiós, sólo hasta luego. Tal era la costumbre, que no vimos que te estabas despidiendo.Y te has ido. Y nos quedamos huérfanos. Ya, ya. No es tu culpa. Es nuestra. “Haber aprendido” estarás diciendo. Con ese suave acento catalán tan característico.Ahora ya eres parte de ese Mediterráneo al que tanto venerabas como clave en nuestro mundo. Moral griega, derecho romano y no sé qué más. Has dejado todo atado y bien atado. ¡Cómo te reías cuando llamaba a Franco el Bajísimo! Siempre tan pulcro, recto y perfecto con lo que te proponías. Hasta en la despedida. Porque te estabas despidiendo.Mi última imagen tuya no es del último día, sí del penúltimo. Una calle cualquiera en Barcelona, cogido del brazo de Anna, tu mujer, alejándote paseando hacia casa. Esa imagen es la que me queda. Porque te ibas. Te estabas despidiendo.¿Con quién cambiaré pareceres e historias tantos días para los artículos que escribíamos? ¿Con quién discutiré hasta sacar bandera blanca ante las evidencias que dejaban a Regazzoni al borde del infanticidio?Cuatro años y medio desde que me dijiste que fuera lo que fuese lo que te había llevado al hospital en Valencia, había que seguir adelante. Cuatro años y medio desde aquel fuerte abrazo. Cuatro años y medio de lucha, sí, pero de disfrute, también. Con tus carreras, con tus proyectos, tus cosas. Porque eso y tu familia te han dado mucha vida. Y te estabas despidiendo porque desde primeros de año no hablabas de cosas a futuro.Sigo esperando tu última llamada. Esa que me me dijiste que mañana que hoy ando tocado. Esa en la que seguramente, te habrías despedido. Aunque te estabas despidiendo.Hasta siempre maestro, confidente y ante todo, amigo. Gracias Maese. Nadie como túAsí que te estabas despidiendo. Esos esfuerzos por acercarte a cenar a pesar de que no estabas precisamente en un buen día. Eran por despedirte. Por volver a mirarme cara a cara, con esa sonrisa del que está seguro de lo que dice sin género de duda alguno, y, pausada pero demoledoramente, dejando más que clara tu postura.
Más…Más…Más…Así que te estabas despidiendo. Esos esfuerzos por acercarte a cenar a pesar de que no estabas precisamente en un buen día. Eran por despedirte. Por volver a mirarme cara a cara, con esa sonrisa del que está seguro de lo que dice sin género de duda alguno, y, pausada pero demoledoramente, dejando más que clara tu postura.
Más…
Qué diferencia de cuando afirmabas a cuando reflexionabas. En la afirmación ya ha quedado claro como eras. Cuando reflexionabas necesitabas algo en las manos. Te valía una servilleta que ibas doblando mientras exponías tus pensamientos. Otras era la cucharilla o un vaso. Y cuando no había utensilios, ibas retorciendo tu cuerpo acercando y alejándote. Y te estabas despidiendo.
Valía una mirada, un casi imperceptible gesto para entendernos en cualquier retransmisión. Por cómo nos decíamos las cosas nos quedaba claro a ambos como estaba el otro. Y te estabas despidiendo.
Nunca supimos bien dónde nos conocimos. Cosa rara cuando, cada uno a su manera, teníamos nuestros trucos para recordar las cosas. Pero con el tiempo convenimos que Spa había sido un buen sitio para que hubiera sido allí. Por las vacas. ¿Te acuerdas del cachondeo con las vacas de Spa? Habíamos coincidido sin cruzar palabra muchas veces en los circuitos. Especialmente en Barcelona cuando los test eran cosa de un gato cojo y dos ratones. Pero nunca cruzamos palabra hasta Spa. Más allá de un gesto con la cabeza de hola y adiós. En Spa que si llueve, que si para. Y tantas veces que nos habíamos cruzado sin decir palabra, pues la cercanía nos hizo entablar conversación. A pie de Eau Rouge, dónde decías que era el sitio del mundo mejor para sentir lo que era la F1. “¿Te has fijado en las vacas?” Me dijiste. Y sin dejarme contestar, te echaste hacia adelante señalando a varias de ellas con aquella media sonrisa. “No va a llover más”. Supongo que al ver mi cara de sorpresa o vaya usted a saber qué, me explicaste el por qué. “Si la vaca está tumbada es que lloverá, pero si está de pie, no”. Yo asentía mientras me explicabas lo del pelo y la incomodidad del rumiante. No volvimos s coincidir hasta casi 10 años después. Al menos en persona.
Cuando Grand Prix International cogió vuelo, insistí en que dos personas tenían que estar escribiendo allí. David Plaza y tú. Sí David, aquel que con los nervios al conocerte te plantó dos besos en vez de darte la mano. Y es que pleitesía, un respeto máximo. Eso te tenemos todos. Porque nadie jamás ha dicho algo malo de ti. Y eso no es por quedar bien y lo que se dice de alguien cuando se va. Bien sabes de que de mí no todos los dirán. En tu caso es así. Y te estabas despidiendo.
A raíz de Grand Prix todo evolucionó a una uña y carne que la distancia, lejos de debilitar, solidificó. De ahí salieron proyectos comunes, Marca TV, Canal +, DTM, WEC. Joder macho. Lo que me enseñaste. Aquel Charly 2 Beer al que amamantaste a tus pechos, se fue moldeando en las retransmisiones con el mejor de los maestros.
Cuatro años y medio hace que sabías que te ibas pero nunca dijiste adiós, sólo hasta luego. Tal era la costumbre, que no vimos que te estabas despidiendo.
Y te has ido. Y nos quedamos huérfanos. Ya, ya. No es tu culpa. Es nuestra. “Haber aprendido” estarás diciendo. Con ese suave acento catalán tan característico.
Ahora ya eres parte de ese Mediterráneo al que tanto venerabas como clave en nuestro mundo. Moral griega, derecho romano y no sé qué más. Has dejado todo atado y bien atado. ¡Cómo te reías cuando llamaba a Franco el Bajísimo! Siempre tan pulcro, recto y perfecto con lo que te proponías. Hasta en la despedida. Porque te estabas despidiendo.
Mi última imagen tuya no es del último día, sí del penúltimo. Una calle cualquiera en Barcelona, cogido del brazo de Anna, tu mujer, alejándote paseando hacia casa. Esa imagen es la que me queda. Porque te ibas. Te estabas despidiendo.
¿Con quién cambiaré pareceres e historias tantos días para los artículos que escribíamos? ¿Con quién discutiré hasta sacar bandera blanca ante las evidencias que dejaban a Regazzoni al borde del infanticidio?
Cuatro años y medio desde que me dijiste que fuera lo que fuese lo que te había llevado al hospital en Valencia, había que seguir adelante. Cuatro años y medio desde aquel fuerte abrazo. Cuatro años y medio de lucha, sí, pero de disfrute, también. Con tus carreras, con tus proyectos, tus cosas. Porque eso y tu familia te han dado mucha vida.
Y te estabas despidiendo porque desde primeros de año no hablabas de cosas a futuro.
Sigo esperando tu última llamada. Esa que me me dijiste que mañana que hoy ando tocado. Esa en la que seguramente, te habrías despedido. Aunque ya te estabas despidiendo.
Hasta siempre maestro, confidente y ante todo, amigo. Gracias Maese. Nadie como tú.
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Así que te estabas despidiendo. Esos esfuerzos por acercarte a cenar a pesar de que no estabas precisamente en un buen día. Eran por despedirte. Por volver a mirarme cara a cara, con esa sonrisa del que está seguro de lo que dice sin género de duda alguno, y, pausada pero demoledoramente, dejando más que clara tu postura.
Qué diferencia de cuando afirmabas a cuando reflexionabas. En la afirmación ya ha quedado claro como eras. Cuando reflexionabas necesitabas algo en las manos. Te valía una servilleta que ibas doblando mientras exponías tus pensamientos. Otras era la cucharilla o un vaso. Y cuando no había utensilios, ibas retorciendo tu cuerpo acercando y alejándote. Y te estabas despidiendo.
Valía una mirada, un casi imperceptible gesto para entendernos en cualquier retransmisión. Por cómo nos decíamos las cosas nos quedaba claro a ambos como estaba el otro.
Y te estabas despidiendo.
Nunca supimos bien dónde nos conocimos. Cosa rara cuando, cada uno a su manera, teníamos nuestros trucos para recordar las cosas. Pero con el tiempo convenimos que Spa había sido un buen sitio para que hubiera sido allí. Por las vacas. ¿Te acuerdas del cachondeo con las vacas de Spa? Habíamos coincidido sin cruzar palabra muchas veces en los circuitos. Especialmente en Barcelona cuando los test eran cosa de un gato cojo y dos ratones. Pero nunca cruzamos palabra hasta Spa. Más allá de un gesto con la cabeza de hola y adiós. En Spa que si llueve, que si para. Y tantas veces que nos habíamos cruzado sin decir palabra, pues la cercanía nos hizo entablar conversación. A pie de Eau Rouge, dónde decías que era el sitio del mundo mejor para sentir lo que era la F1. “¿Te has fijado en las vacas?” Me dijiste. Y sin dejarme contestar, te echaste hacia adelante señalando a varias de ellas con aquella media sonrisa. “No va a llover más”. Supongo que al ver mi cara de sorpresa o vaya usted a saber qué, me explicaste el por qué. “Si la vaca está tumbada es que lloverá, pero si está de pie, no”. Yo asentía mientras me explicabas lo del pelo y la incomodidad del rumiante. No volvimos s coincidir hasta casi 10 años después. Al menos en persona.
Cuando Grand Prix International cogió vuelo, insistí en que dos personas tenían que estar escribiendo allí. David Plaza y tú. Sí David, aquel que con los nervios al conocerte te plantó dos besos en vez de darte la mano. Y es que pleitesía, un respeto máximo. Eso te tenemos todos. Porque nadie jamás ha dicho algo malo de ti. Y eso no es por quedar bien y lo que se dice de alguien cuando se va. Bien sabes de que de mí no todos los dirán. En tu caso es así.
Y te estabas despidiendo.
A raíz de la revista Grand Prix todo evolucionó a una uña y carne que la distancia, lejos de debilitar, solidificó. De ahí salieron proyectos comunes, Marca TV, Canal +, DTM, WEC. Joder macho. Lo que me enseñaste. Aquel Charly 2 Beer al que amamantaste a tus pechos, se fue moldeando en las retransmisiones con el mejor de los maestros.
Cuatro años y medio hace que sabías que te ibas pero nunca dijiste adiós, sólo hasta luego. Tal era la costumbre, que no vimos que te estabas despidiendo.
Y te has ido. Y nos quedamos huérfanos. Ya, ya. No es tu culpa. Es nuestra. “Haber aprendido” estarás diciendo. Con ese suave acento catalán tan característico.
Ahora ya eres parte de ese Mediterráneo al que tanto venerabas como clave en nuestro mundo. Moral griega, derecho romano y no sé qué más. Has dejado todo atado y bien atado. ¡Cómo te reías cuando llamaba a Franco el Bajísimo! Siempre tan pulcro, recto y perfecto con lo que te proponías. Hasta en la despedida.
Porque te estabas despidiendo.
Mi última imagen tuya no es del último día, sí del penúltimo. Una calle cualquiera en Barcelona, cogido del brazo de Anna, tu mujer, alejándote paseando hacia casa. Esa imagen es la que me queda. Porque te ibas. Te estabas despidiendo.
¿Con quién cambiaré pareceres e historias tantos días para los artículos que escribíamos? ¿Con quién discutiré hasta sacar bandera blanca ante las evidencias que dejaban a Regazzoni al borde del infanticidio?
Cuatro años y medio desde que me dijiste que fuera lo que fuese lo que te había llevado al hospital en Valencia, había que seguir adelante. Cuatro años y medio desde aquel fuerte abrazo. Cuatro años y medio de lucha, sí, pero de disfrute, también. Con tus carreras, con tus proyectos, tus cosas. Porque eso y tu familia te han dado mucha vida.
Y te estabas despidiendo porque desde primeros de año no hablabas de cosas a futuro.
Sigo esperando tu última llamada. Esa que me me dijiste que mañana, que hoy ando tocado. Esa en la que seguramente, te habrías despedido.
Aunque ya te estabas despidiendo.
Hasta siempre maestro, confidente y ante todo, amigo. Gracias Maese. Nadie como tú.
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7 Responses to “TE ESTABAS DESPIDIENDO”

  1. Charly dice:

    Gracias a todos.
    os podría decir muchas cosas. Pero sólo eso. Mil gracias.

  2. cies dice:

    Gracias por compartirlo Charly, precioso.

    Yo tambien quiero compartir algo:
    a mi me mandó un mail preocupándose por si me pasaba algo, ¡solo porque hacía algún tiempo que no posteaba en su blog!, ya sabes el maese, que era así, demasiado bueno para seguir siendo de este mundo.

  3. Gonzalo dice:

    Qué sentido y que bonito Carlos. Gracias!

  4. Carlos Flores dice:

    Qué bonito, Charly.
    Un abrazo

  5. Fidelio dice:

    Entrañable Charly.

    Un abrazo y mucho ánimo.

  6. rockero81 dice:

    Charly, sé que estás jodido y tampoco puedo evitarlo aunque no haya tenido un relación estrecha como tú tenías con él. Pero yo estoy seguro que lo que él quería en los últimos días, cuando ya había aceptado su destino, era hacer su marcha lo menos traumática posible a sus seres queridos. Y tu eres uno de ellos Charly. Un abrazo!

  7. Hola.

    Creo que pocas veces he sentido tanto la perdida de alguien a quien no conocí en persona y tan solo traté a través de su blog, pero está claro que fue alguien muy especial.

    Saludos y espero que el Circuit haga algo en su memoria este fin de semana, creo que se lo merece.