Uno intenta abstraerse de las tonterías que aparecen en la prensa a diario. Pero cuando con todos los problemas que hay en este país, la mayoría de un calado que el Titanic parece una maqueta, el Gobierno se preocupa de las normas de un concurso de misses, es que me enervo.
Y no digo que igual haya que cambiar esas normas. No digo que sea una discriminación. Todo me parece muy bien. Lo malo es que esto lo provoca la esclavitud del Gobierno con las minorías. Hay que darle pábulo, en éste caso en aras de la igualdad de sexos bla bla bla, a la minoría cantamañanas de turno. Que hay que tener a todo el mundo contento, faltaría más.
Pero con el terrorismo resucitado, ¿murió alguna vez como nos lo vendieron?, el precio de la vivienda que sigue por las nubes, la abstención en Andalucía y la corrupción galopante entre otros problemas, que se metan en mandangas de un concurso de belleza, maldita la gracia que me hace.
Además cuando el problema en sí mismo es ficticio. No debería de haberse planteado. Pero en este país de toca pelotas y cainitas el deporte nacional es dar la nota.
Resulta que hay una norma que dice que una mujer que ha sido madre no se puede presentar a un concurso de belleza. Insisto en que la norma puede ser mala, reprobable, etc. Pero es la que hay. El organizador, que a lo mejor es un cerdo machista o no, es una persona respetable o no. Ha decidido poner esa norma y hay que respetarle. Si no te gusta no te presentes.
Bueno, pues aquí llega una ínclita pasiega toca pelotari, madre para más señas, y decide presentarse. Dudando de la capacidad del jurado en su elección, si esa es la mujer más guapa de Cantabria apaga y vámonos por como va la raza, la ínclita gana. No se muy bien si es poseída, del premio claro, y luego desposeída, se monta el pollo.
Pollo gratuito y alentado por las minorías que mandan más que nadie en esta bananeril España. Y en esas está el Gobierno. Metido en fregados de una importancia vital como un puñetero concurso de belleza.
No ha mucho que esos concursos eran vilipendiados por las feministas y los feministos (perdóneme maestro Reverte pero no puedo sustraerme a tan genial idea) avinagradas y amargadas. Ahora no les debe de parecer tan mal. Cuando en vez de pedir su erradicación, olé con los adalides de las libertades, piden que se cambie una norma que el organizador del concurso incluye porque se le pone en el arco del triunfo.
El caso es que el Gobierno pierde el tiempo una vez más en soplapolleces. Las minorías nos siguen diciendo lo que tenemos y lo que no tenemos que hacer. Le buscamos las vueltas a todo. Y mientras, los bastardos de ETA y sus hordas siguen campando a sus anchas. Los corruptos siguen llenándose los bolsillos y esto es una mierda más grande cada día.
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