Cada está más claro, por si le cabía alguna duda a alguien, que los dirigentes, de lo que sean, tienen una propensión a la sinvergonzonería, el golferío, el desahogo y la dureza rocosa facial verdaderamente inaudita.
La adjudicación de los Juegos Olímpicos a China, una puta dictadura, olía mal, muy mal. Cuantos bolsillos no se habrán llenado tantos bastardos, ¿cuantos?
Ya vimos que su politica para con el Tibet ha seguido siendo igual. Pekín no cumple, ni de lejos, ninguno de los requisitos, exigentes, requeridos para quien quiera ser sede en cuanto a niveles de contaminación. Por si alguien se ha olvidado, en teoría es la fiesta del deporte.
Ahora el cacique responsable del Departamento de Seguridad Pública de Pekín, carnicero de turno y vendido al poder del gobierno dictatorial, ha ordenado a los bares de alrededor del estadio donde se celebrarán partidos de fútbol, que no dejen pasar a negros ni a mongoles.
Los negros porque se les relaciona con el tráfico de drogas y a los mongoles porque a sus mujeres se las relaciona con la prostitución.
Y nadie dice ni hace nada. Malditos todos mirando a otro lado con los bolsillos llenos.
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