Columna publicada en el número 96 de Grand Prix International
Pensaba antes del fin de semana que la ocasión que tenía Kovalainen era perfecta para demostrar si es un piloto de verdadero nivel. Un piloto a la altura de un equipo puntero. Creía que era el tapado del GP y hasta el momento de la salida, la verdad, es que lo bordó. Añadido a eso vino el error de Lewis Hamilton en la Q3. Todo se presentaba perfecto para Heikki.
Pero desde la salida quedó claro que no tenía ritmo. Y ahí le falto nervio para evitar errores y haber logrado un buen resultado. Y con el agua resurgió Lewis Hamilton. Le sigue faltando un ‘hervor’, ha tenido la suerte de cara en el error que ha cometido que no le ha supuesto nada. Pero…
Ha sido una actuación magistral, demoledora, buscando la derrota total, la humillación del rival. Así entiende él las cosas. Tenía mucha rabia dentro. Estaba siendo el blanco de la mofa y befa de gran parte de la prensa que ayer le adoraba. Y toda esa rabia ha salido a flote. Ha sido capaz de encauzarla y de sacar una actuación a la altura de las más grandes que se recuerdan en la historia de la F1.
Se le critica mucho el ritmo que ha llevado hasta la línea de meta. Muchos años siguiendo carreras te dicen que relajarse es lo peor que hay. Dejas de ir por tu sitio, pierdes las referencias y el error llega. Y con la pista seca es corregible. Pero con la pista mojada, el error puede ser definitivo.
Otro que ha ido a tope de principio a fin, con la cafetera que le ha puesto a su disposición Renault, es Alonso. Da rabia, mucha rabia ver como en situaciones donde se puede lograr un gran resultado con las manos del asturiano, una vez tras otra no se acierta desde el muro.
Uno y otro han ido a tope de principio a fin pero con resultados muy distintos.
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