Publicado en el número 85 de Grand Prix International
Extraña temporada la que hemos vivido en 2007. Emocionante hasta el último metro, sí, pero engañosa. Las mínimas diferencias en la general no se han visto especialmente reflejadas en la pista. Aparte de la lucha entre Hamilton y Massa en Malasia, Alonso y Massa en Nurburgring y Hamilton y Raikkonen en Monza, más allá de la primera vuelta no ha habido enfrentamientos reales entre los cuatro aspirantes al título. Las ventajas de un monoplaza sobre el resto, dependiendo del circuito y el momento de la temporada, fueron marcando las diferencias.
El momento clave fue Mónaco, Hungría aparte. En el Principado comenzó una racha dominadora letal de McLaren que ellos mismos no supieron aprovechar. Al permitir los desmanes de Hamilton en Mónaco empezaron a construir su propio ataúd al romperse el equipo y perder el norte. Hungría pondría unos cuantos clavos más en el féretro que terminó de cerrar Alonso en Brasil con su brillante adelantamiento a Hamilton. Ferrari estaba casi muerta a mitad de temporada pero en McLaren-Mercedes se empeñaron en resucitarla. Lo consiguieron y de qué manera.
La ineptitud del equipo anglo-alemán en temas de organización de equipo y estrategia es harto lamentable. No es un tema nuevo pero sí por lo recurrente nos sigue sorprendiendo. Qué semejante estructura siga con fallos de equipo aficionado es algo más que censurable. Como inepto mayor aparece Ron Dennis. Absolutamente superado por los acontecimientos. Ha cacareado a los cuatro vientos, apoyado por muchos periodistas de cámara –aquellos que querían poco menos que lincharle en Mónaco-, la falsa igualdad que siempre ha profesado el equipo. Se dice que una mentira contada muchas veces se convierte en una verdad. Los defensores de lo indefendible siempre sacan a relucir los tiempos de Senna y Prost. Hay que seguir haciendo hincapié. Es mentira lo de la igualdad, entonces como ahora. Mientras Senna tenía a veinte ingenieros trabajando en su coche, Prost, con suerte, disfrutaba de seis como mucho. También le podían preguntar a Coulthard. Y sobre Alonso éste año, irrita sobremanera sólo de pensarlo. Ésa es la igualdad del inepto más grande que pulula por la F1. El que ha dejado escapar un título por no tomar las decisiones correctas en los momentos puntuales. Otra vez.
Muchos pensábamos que el principal aliado de Alonso en McLaren iba a ser Mercedes. Ese hombre fuertote que impresiona en el cuerpo a cuerpo por su volumen y que quizá tenía algo que decir en el equipo. Qué equivocados estábamos. Pasó de ser considerado aliado a bulto sospechoso, bastante grande eso sí, y de ahí a comer de la mano de Ron Dennis. Especialmente sangrante, como representante de la marca alemana, fue su actuación en el lío del espionaje. Casi ni estuvo ni se le esperó. Un convidado de piedra lamentable que fue el hazmerreír del paddock. Donde se esperaba una reacción acorde a lo ocurrido por parte de Mercedes, llegó un sibilino apoyo a todo el mundo. Si Ron Dennis ha llegado al culmen de su incapacidad se puede decir lo mismo de Norbert Haug. Un hombre con el puesto más inexplicable del paddock.
Mucho se ha hablado de Hamilton. Es lógico. Su actuación en la pista ha sido sobresaliente. Con una carrera muy dirigida y siempre teniendo el mejor material ha llegado a la F1. Seguro que sus aspiraciones no pasaban ni remotamente por luchar por el título. Pero mientras Fernando se la tenía que jugar con los Ferrari, en España por ejemplo, él sumaba y sumaba una racha increíble de podios. En Mónaco despertó la bestia. Donde seguramente había marcado en rojo en el calendario ese día. Fernando Alonso le destrozó. Una bestia herida. No aceptó la derrota, él y la otra bestia –“papuchi”- y apoyándose en la prensa británica abrió la caja de los truenos. Le sirvió de mucho en la temporada americana pero empezó a cavar su fosa a la vez. Se siguió aprovechando del trabajo de Alonso, mientras el español se veía obligado a luchar contra los Ferrari y contra Hamilton. Pero perdió el apoyo que podía haber encontrado de su compañero. Eso le terminó por pasar factura. Hamilton no tuvo una segunda parte de temporada tan fina y cuando se quedó como favorito al título llegaron los problemas y los errores. La bestia quiso ganar haciendo sangre y la única sangre que encontró fue la suya. Como colofón su rival, al que había retado para ganarse el favor de la manada en Mónaco y al que expulsó de la misma en Hungría, volvió en el momento más inoportuno. El resto ya lo conocen. El joven aprendiz sólo pudo ver el colmillo retorcido del amo verdadero.