Hace un año se nos fue un maestro, en parte mentor, inspirador, excelso conversador, inacabable fuente de anécdotas y sobre todo un amigo.
Se nos fue Pepe Díez. Maestro y amigo. De madrugada, sin hacer ruido. Discretamente. Siempre relacionado en su vida con el motor, fue jefe de equipo de Ford en la época dorada del turismo carretera en Argentina. Pepe se encargó de las retransmisiones de la F1 en España. Comenzó en Paul Ricard en 1974 con motivo del GP de Francia, una de las victorias más bonitas de Ronnie Peterson. Y dijo adiós a la máxima categoría con motivo del GP de Australia de 1993. La última victoria de Senna. Por medio cantó algún título de Ángel Nieto. Y en la zona crepuscular, pero no menos importante, nos deleitó con sus comentarios en el billar.
Excelso conversador y mejor oyente, te escrutaba cuando conversabas sin interrumpirte lo más mínimo. Dado a reírse sin tapujos con anécdotas propias y ajenas, qué menos que recordar alguna de las más grandes. Volcó el coche de Oscar Gálvez en Argentina cuando éste le dejó cogerlo en un enlace. Paso uno de los peores momentos de su vida intentando hacer ver a Zanini en el Monte del 76 que lo importante era acabar el rallye para SEAT. Mientras Antonio no hacía más que decirle: “Pepe, que no me puede ganar una tía”, en relación a que Michelle Mouton estaba por delante de él.
Y la definitiva y que da título a este modesto recuerdo. Brands Hatch 1984. Carpa, si acaso, del equipo Ligier. El compromiso de Pepe con el automovilismo, le llevaba al borde el entusiasmo más generoso con cualquier proyecto que apareciera en la península. Y si era un circuito más. Por entonces había estado candente el tema de un circuito urbano en Benalmádena. Él había hablado por los codos del proyecto. Pero aquello, lo habitual en España, se vino abajo. Pepe picaba algo en Ligier cuando un periodista británico se le acercó y le dijo. What about Benalmádena, Pepe? El pobre Pepe se puso rojo como un tomate y casi se le atragantaron los spaghettis. En su integridad llevaba la verguenza de un proyecto tristemente fallido.
Nos dejó sus reflexivas opiniones, su cadencia comentando y su peculiar voz. Profunda, con rasgos sedosos y dejes de un acento argentino que la hacía tan peculiar. Tan peculiar como su amistad. Descansa amigo.
Por siempre nos quedará grabada su frase de cabecera:
“Buenas tardes señoras y señores, bienvenidos al mayor espectáculo del mundo, la Formula 1″
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