SIN PERDÓN

28 de marzo de 2006

Max Mosley no soporta a la mayoría de los Jefes de Equipo. Para un hombre tan ocupado como él, perder el tiempo de manera sistemática en reuniones interminables le ha hecho perder la paciencia. No se inmutó en ningún momento ante la amenaza de escisión por parte, principalmente, de los grandes constructores. Un hombre como él que tuvo su propio equipo, March, en la dorada década de los 70, sabe que la presencia de equipos privados en la F1 es la que le da el alma a la competición. La ruptura de Williams con BMW y el acercamiento y admiración por Briatore han hecho el resto. Tras conseguir la firma de Williams era cuestión de tiempo.

La jugada maestra de anticipar la inscripción al campeonato de 2008 y circunscribirla a la última semana de marzo le ha salido redonda. No ha dejado tiempo a los grandes fabricantes de cuadrar sus egos y se han quedado sin salida. ¿Por qué?

Mosley tiene a varios equipos llamando a la puerta de la F1. Prodrive de David Richards, Roger Penske en Estados Unidos y posiblemente Eddie Jordan. Si realmente logra reducir los costes a los niveles anunciados, 100 millones de dólares, estos equipos serían una realidad. No es de extrañar la presencia de Cosworth en la reunión semi-secreta en Italia la pasada semana. Cosworth puede aportar el conocimiento de cómo hacer un motor competitivo con un coste contenido. Justo lo que necesita cualquier nuevo equipo.

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