El mes de mayo en el estado de Indiana son puras carreras. De norte a sur y de este a oeste, en infinidad de óvalos de todos los tamaños y superficies, se disputan carreras prácticamente a diario. Era obligado asistir a alguna de ellas.
Anderson es una población completamente ‘esparramada’ en el centro este del estado de Indiana. Allí tienen un óvalo pequeño, de cuarto de milla, en el que se disputa la #little500 .
Indiana, por lo que hemos podido ver es prácticamente una planicie por la que los eventos meteorológicos corren que se las pelan. Rodeados desde el más monstruoso pick-up de última generación, hasta el modificado casi hasta el ridículo, pasando por furgonetas, Corvettes o coches coreanos de poco consumo. Todo se mezcla. Jóvenes con veteranos. Camisetas con solera junto a las de este año de la #inyd500 .
TAZÓN
El circuito es un tazón, con la pista hundida en el terreno y muros altos en las curvas para proteger al espectador de cualquier reacción extraña de los coches. Pero un cartel en la zona de venta de entradas deja claro el peligro. No se responsabilizan de cualquier impacto, y a fe que se reciben, de trozos de goma, piedras o trozos de coches. Tiene varias tribunas en las que alberga a 7.000 almas que, curiosamente, no son muy apasionados, pero sí son muy entendidos.
El paddock es una mezcla de olores a comida, hamburguesas, perritos y dulces. De varias carpas con coches antiguos, motores cortados, puestos de apuestas y colas por doquier. Incluso hay una zona VIP que no envidia a los tenderetes que montaba el manitas de la familia cuando íbamos de comida campestre.
CARRERA
A efectos de espectáculo se va a lo básico. Se presenta a los pilotos por filas, 11 de a 3 como en la Indy grande, y el resto queda para los mensajes en un vetusto marcador. En el que se recuerda tanto, el aniversario de boda de Tom y Diana, al veterano de guerra fallecido hace poco o, también, mensajes de carrera.
La competición es frenética. Los coches son como avispas. Son cortos acelerones, ¡pero cómo aceleran! Hacia las dos curvas peraltadas. Vueltas de 12 segundos. E no pocas la cabeza caza a la cola y la confusión se adueña de la totalidad del grupo. ¿Dónde mirar? ¿A quién seguir? Poco a poco te vas quedando con los líderes. Quien rueda bien en tráfico, quien aprovecha las pocas vueltas en solitario, quién lo borda en las resalidas. Las amarillas son relativamente frecuentes. La organización tiene 10 pick-ups para arrancar a los coches que se quedan parados empujándolos. Tanto en la pista, como cuando paran en boxes. Todo es peculiar, pero son carreras. Pocas bromas. Toques fuerte contra el muro. Embestidas serias. Vuelcos, trompos. Carreras.
Es la #little500 pero tanto el Anderson Speedway, el público y los pilotos, intentan que el gusto de la #indy500 , la hermana grande, no se pierda. Es la base de las carreras. Y muchos de sus pilotos sueñan con llegar algún día a la cima.
Que nos traigas eventos que van más allá de los que llamaríamos “grandes” nos ofrece poder conocer la capacidad de dotar de oportunidades a otras categorías, que cuentan con unos actores tan entregados como el que más, una organización competente en los términos de su entorno y, lo más importante, un público que aunque en número no sea tan elevado, su interés hacia la categoría es alto. Desconocía esta categoría, Carlos…hasta hoy.