APOLO Y LA NINFA

Sean Bratches, una de las ¿cabezas? visibles de Liberty (la nueva dueña de la F1), ha decidido que no habrá más azafatas en las parrillas de la F1. Porque no van con los tiempos (sic). ¿Qué es más peligroso la imbecilidad o la ignorancia? Probablemente lo primero porque no tiene remedio.

La presencia de la mujer en las competiciones deportivas hunde sus raíces en la antigua Grecia. En las andanzas de dioses, musas y demás. No. La presencia de mujeres en los eventos no es idea de viejos verdes, y jóvenes, más salidos que el pico de una mesa. No. Viene de un simple hecho tan demoledor como sonrojante para la sociedad borrega de hoy en día. Viene de la cultura. Cultura que ahora brilla por su ausencia en general y que nos lleva camino del desastre por colapso.

Estas maravillosas líneas de Garcilaso nos van a ir poniendo sobre la pista:

A Dafne ya los brazos le crecían

y en luengos ramos vueltos se mostraban;

en verdes hojas vi que se tornaban

los cabellos que el oro oscurecían;

de áspera corteza se cubrían

los tiernos miembros que aun bullendo estaban;

los blancos pies en tierra se hincaban

y en torcidas raíces se volvían.

Aquel que fue la causa de tal daño,

a fuerza de llorar, crecer hacía

este árbol, que con lágrimas regaba.

¡Oh, miserable estado, oh mal tamaño,

que con llorarla crezca cada día

la causa y la razón por que lloraba!

Garcilaso De la Vega

LAUREL

Vamos con una de dioses. Resulta que Apolo, uno de los dioses olímpicos, se cachondeó de las habilidades de Eros con el arco. Apolo era un hacha con el mismo. Eros se lo tomó a mal. Y se la jugó al guaperas de Apolo. Le lanzó una flecha de oro amorosa y para fastidiarle, hizo lo propio con Dafne. Pero a la ninfa, el muy cabrón, la alcanzó con una de plomo. Lo que llevó a la joven a rechazar el amor. Apolo se encontró con Dafne y claro, a por ella que se fue henchido de amor. Por su parte Dafne no quiso saber nada y tuvo la reacción contraria. Ante la insistencia de Apolo, algunos imbéciles contemporáneos lo llamarán acoso, Dafne pidió ayuda a su padre. Peneo, su padre, era el dios río. Y decidió convertirla en árbol de laurel para librarla de la insistencia de Apolo que no entendía el por qué de su rechazo. De ahí los maravillosos versos de Garcilaso. Cuando Apolo alcanzó a Dafne, poseída y huyendo cual novia a la fuga, ésta ya se estaba transformando en árbol. Cuando Apolo se abrazó a aquel medio árbol, medio mujer, pudo sentir el corazón de su amada palpitando, aún a pesar de que sus piernas ya eran raíces hundiéndose en la tierra, sus brazos duras ramas y que de sus cabellos brotaba el laurel. Desesperado regó con sus lágrimas el árbol y juró que ya que no podía ser su mujer, sus hojas, siempre verdes, coronarían las cabezas de los victoriosos.

VICTORIA

Vaya, vaya. De ahí viene la costumbre de entregar coronas de laurel, más o menos grandes, a los vencedores. Algo que nos ha ido acompañando a lo largo de toda la historia. Y como los deportistas, como los militares e incluso los más representativos en expresiones culturales, han sido considerados siempre como héroes, no les podía faltar el laurel.

Esto no explica, para eso sois inteligentes y entráis en este blog, la presencia de las mujeres en las competiciones deportivas. Sí, es parte de la situación. Porque alguien tiene que entregar el laurel.

Aquí aparece la diosa Nike. Sí, como las zapatillas. Ya veis como casi todo mama de las maravillosas ubres de Grecia. No se ponen muy de acuerdo si Nike fue una diosa como tal o una de las representaciones que adoptaba Atenea. En cualquier caso, y como no es cuestión de arreglar temas de parentescos griegos, lo dejaremos en que Nike era consideraba portadora de buena suerte. Así igual nos os dice nada. Pero todos conocemos a la victoria de Samotracia. Esa es una representación de Nike. Que en las que hay completas siempre aparece alada y con una corona de laurel en su mano. Corona que ceñía en la cabeza de los vencedores de cualquier evento. Fueran deportivos, militares o culturales.

Y voila. Ya tenemos por qué una mujer entrega los premios, el laurel, en la competiciones deportivas. Dafne y Nike. Fijaos en la degradación que suponía para la mujer, que está representada como una deidad. Porque no hay máximo honor para un héroe que ser recompensado por una diosa. Y de ahí las chicas de la parrilla. Un acicate más a los aspirantes a ser héroes para ganar y recibir de esas diosas el premio.

Así estamos. Nos cargamos a las diosas y en breve a los héroes, el halo hará mucho por ello, y terminaremos destruyendo, en este caso, la F1.

Apolo debería estar tensando su arco para asaetar a tanto imbécil bienqueda y buenista.

Por cierto, imbécil viene del latín. De imbecillis. Que significa débil, pusilánime. Para los ofendiditos, que los habrá. Apolo no va dar abasto por mucho dios que sea. Eso sí, el laurel de Dafne va a crecer hasta el infinito con sus lágrimas de desesperación.

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One Response to “APOLO Y LA NINFA”

  1. Pedro dice:

    ¡¡¡Amén!!!
    ¡¡¡Que gran lección e historia!!!