La decisión de las cadenas públicas alemanas, que tienen los derechos de retransmisión del Tour de Francia, de suspender la transmisión de la ronda gala tiene un calado muy profundo.
Más allá de la protesta, como muchos lo han entendido. Si así fuera ya sería gravísima tal decisión. Lo habían avisado. Si había algún positivo se volverían a casa. Y así ha sido.
El problema para el ciclismo en general es que no es una protesta. Es una decisión que afecta de manera muy directa a como se financia el ciclismo.
Éste vive de las marcas que deciden dejarse ver en las pruebas gracias a que las televisiones transmiten las mismas. Esta postura es otro golpe a nuestro querido deporte. La suciedad, los médicos carroñeros y sobre todo, los directores sin escrúpulos, responsables últimos, máximos y rendidos a bastardos intereses, que rodea al ciclismo está empezando a tener las consecuencias lógicas.
Son muchos estamentos los que huyen del ciclismo. Y si las televisiones dejan de aportar su caudal monetario y las marcas siguen marchándose, para no verse salpicadas por escándalos cada dos por tres, el deporte perecerá de inanición. Es una bomba de relojería que sigue acercándose al segundo 0.
En la mano de los propios corredores está desenmascarar a los hechiceros de la muerte y a los criminales directores. Si quieren seguir viviendo de dar pedales, claro.
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