Viernes pasado por la tarde en Montmeló. Los equipos han recogido casi todo lo que no es imprescindible para terminar de completar las últimas pruebas de la pretemporada. Los peces gordos de los equipos se han dejado ver al mediodía, en el mejor de los casos, y han tomado ya las de villadiego. El día está gris y ventoso, invitando a acabar cuanto antes y, como buenos mochuelos, regresar a nuestro olivo.
Y entonces, ¡bumm!, la FIA suelta una bomba cuando su plan era pasar lo más desapercibida posible.
Tras investigar el motor Ferrari anuncia que el asunto queda zanjado con un acuerdo privado con la casa italiana y que no le formen corrillos, se dispersen y a otra cosa mariposa. El estupor, cabreo, sorpresa alcanzó cotas muy altas. Pero allí en Montmeló no quedaba prácticamente nadie con quién hablar.
El rún-rún continuó durante el fin de semana pero sottovoce. Pero como los buenos guisos se estaba cociendo algo gordo a fuego lento. Y el miércoles a la muy oficial hora de las 10:00 de Londres, los 7 equipos afectados por el acuerdo privado le decían a la FIA que verdes las han ’segao’, que de acuerdo secreto: Tararí. Y que si había que ir a los tribunales no les iba a temblar el pulso.
Conmoción y en general aprobación a la respuesta de los equipos no Ferrari. En un abrir y cerrar de ojos la FIA había lanzado una canica y se encontraba con un globo aerostático como respuesta. Y en medio de la batalla, Ferrari.
El problema que nos ocupa empezó el año pasado con las dudas, sospechas, algunos te hablan de certezas, de que Ferrari llevaba una trampa. Los datos del GPS no engañaban y en momentos puntuales Ferrari tenía un chute de potencia, Q3 por ejemplo, extraordinario. Sábado 31 de agosto. Q3 de Spa tras el parón veraniego. Ferrari comenzaba un dominio de la pole con 6 consecutivas, hasta México. Para ese momento los rumores y las declaraciones empezaban a ser muy ruidosos. La FIA decide tomar cartas en el asunto y en los tres últimos GP del año, Austin, Brasil y Abu Dabi, Ferrari no vuelve a hacer la pole e incluso en Abu Dabi ni siquiera es 1ª línea.
Las acusaciones de trampas se escucharon claramente, Verstappen, y los equipos quedaron molestos e incómodos con lo ocurrido.
EL DETONANTE
Cuatro meses después sale el comunicado. Y los equipos estallan. Hay varias motivaciones: La credibilidad, la buena imagen, los aficionados, la propia supervivencia de la categoría y el vil metal. Pero sobre todo no hay que olvidar que el panorama de la F1 no es el de los 90 y por supuesto el de años anteriores.
De los viejos garagistas queda Williams. Y ya no está el pobre Frank para estas lides. McLaren está en manos de un genio que sabe mirar por lo suyo y por lo común, muy americano. Mercedes es Mercedes y Red Bull es un elefante en una cacharrería pero ¡qué elefante! El resto, salvo Renault por su condición de marca, poco a nada pueden hacer que servir a su señor, el motorista.
Pero hay una cosa que sigue siendo igual, el dinero. Y en el caso de Ferrari y su supuesta trampa, es un tema muy delicado. Si se demostrara esa trampa y la casa italiana fuera descalificada del campeonato del año pasado, para todos los equipos excepto Mercedes, supondría una buena inyección de monetario. Por lo que gran parte del interés está ahí.
Pero si Mercedes no se vería beneficiada con la sanción a Ferrari, ¿Por qué no ha puesto el intermitente y se ha echado a la derecha?
Por dos cosas principalmente. La primera porque beneficiaría a sus equipos cliente. Pero la segunda, y más importante, por el dinero. Pero no el que no ganaría en cualquier caso. Sino por el que perdería Ferrari.
Estamos en el último año de gastar casi sin conocimiento.A las puertas de una nueva normativa. Si Ferrari perdiera los ingresos del año pasado, sería un golpe tremendo que la privaría de capacidad de inversión en el coche de 2021. Lo que le daría a Mercedes ventaja de salida, al menos, sobre su rival italiana.
ESPIONAJE E INCAPACIDAD
Por las esquinas del paddock todos dan por hecho que Ferrari ha tenido, o tiene, un espía en casa. Y éste habría pasado la información a Mercedes. Y aquí entra la FIA.
Para estas situaciones de posibles irregularidades el máximo organismo crea una comisión que estudia lo ocurrido. Por ejemplo. Mercedes y sus test privado con Pirelli en Montmeló. Se decidió sancionar a la casa alemana excluyéndola del test de pilotos jóvenes de Silverstone. No hizo falta subir a una instancia superior, el Tribunal Internacional. En los dos casos de Vettel, insultos a Whiting y topetazo a Hamilton, tampoco.
En esta ocasión, la FIA ha admitido su incapacidad para controlar técnicamente la situación, en sus propias palabras. Por lo que el camino correcto debió ser elevar el caso a dicho tribunal y hacer una vista. Y eso es lo que están buscando los equipos, sobre todo Mercedes.
Porque en la vista, si es verdad como parece que Mercedes sabe cual es la trampa, se puede hacer llegar información para que se mire con más ‘cariño’ unas partes u otras.
JUGADA MAESTRA
Pero como pasa en los casos judiciales, Ferrari ha jugado de manera maestra. Da igual si la FIA le ofreció inmunidad a cambio de información o fue la propia Ferrari quién hizo la oferta. El problema para la FIA es morrocotudo. A cambio de enseñarle todos los secretos, la casa italiana pidió un acuerdo de confidencialidad. Algo lógico. Así que la inutilidad de los técnicos de la FIA, recordemos que es un departamento muy debilitado por las fugas en los últimos años, les lleva a pedir a Ferrari que les dé un curso avanzado sobre los monoplazas de F1. La FIA ahora está atada de pies y manos. Porque si Ferrari ha hecho trampa, la ha encubierto siendo el órgano regulador. Lo que es de una gravedad extrema. Si el caso llega al Tribunal Internacional habría que ver la validez del acuerdo de confidencialidad.
Lo que está claro es que el máximo organismo del automovilismo con Jean Todt al frente se ha metido en un ‘embolao’ de aupa. Y con malas salidas y peores consecuencias. Con Liberty de convidado de piedra, de momento, y el nuevo Pacto de la Concordia sin firmar.
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