EL RELEVO

Hace 70 años el más grande corría su última carrera. Esta es una historia que mezcla santos, escorpiones, conejos, tortugas, dictadores, pioneros y el corazón indomable de él.


Italia, Sicilia, Palermo, la ‘Santita’. En todos los sitios de Europa, sobre todo, por muy recónditos que sean tienen su santos a los que adorar. Santos a los que temen, rezan, piden y adoran con inusitada devoción. Si nos centramos en la península ibérica o la itálica la situación llega al paroxismo. En la capital siciliana tienen a Santa Rosalia, la ‘Santuzza’ o ‘Santita’ por su pequeño tamaño.

Santa Rosalía es una santa que en los tiempos que corren debe de estar recibiendo muchas de las plegarias del mundo. Ella es la protectora contra las enfermedades infecciosas (no te digo ná y te lo digo tó). Vivió al principio del siglo XII entre 1130 y 1156 y según los monjes benedictinos que la la promovieron a santa, fue la que extinguió al peste que asolaba Sicilia en 1624. Un cazador, guiado por la santa, encontró en una cueva los restos. Éstos fueron llevados en procesión el 15 de julio por Palermo terminándose la peste. Ello llevó a construir una basílica en el lugar de la cueva y allí fueron depositados sus restos.

Por eso en Sicilia cada 15 de julio es fiesta para venerar a la santa. Mientras en el resto del mundo su onomástica es el 4 de septiembre. El lugar donde se empezó a construir la basílica en 1624 era el Monte Pellegrino. El acceso desde el primer momento era bastante complicado y sólo las continuas peregrinaciones de los lugareños a venerar y orar a la santa fueron marcando un sendero.

Llegamos al siglo XX y el alcalde de Palermo decidió hacer una carretera de acceso hasta la basílica. Pero cinco años después apenas se habían cubierto la mitad de los kilómetros para llegar hasta ella. Poco más de 4 kilómetros. Y aquí empiezan a entrar los cochecitos de colores.


VINCENZO FLORIO

El señor Florio, creador de la Targa Florio en 1906, seguía ávido de carreras y decidió crear en 1908 la Coppa Monte Pellegrino, carrera que ganó él mismo. Pero el proyecto se abandonó hasta que en 1924 un hecho de gran magnitud reavivó la prueba. Benito Mussolini apareció por Sicilia con motivo del 300º aniversario del descubrimiento de las reliquias. Además ese año se terminó, por fin, la carretera hasta la basílica que sumaba casi 9 kilómetros y dejaba a un lado la escalera tradicional hacia la basílica. Aprovechando el hecho, Florio reactivó la prueba el 14 de septiembre que volvió a ganar el propio Vincenzo.

La carretera y la Coppa fue la primera experiencia automovilística para muchos palermitanos, entre ellos Nino Vaccarella, que cometieron sus primeros trompos y fueron domando sus monturas en las cerradas horquillas consecutivas de la subida.


EL RELEVO

No quería haber dado pistas sobre la dirección del texto. Pero en la entradilla era inevitable nombrar al más grande. Tazio Nuvolari. Hace 70 años el gran ‘Nívola’ disputó su última carrera sin saberlo porque nunca se retiró como tal. Pero hay más que el reverenciado Tazio en la historia de su última carrera. Un relevo generacional del que saldría una de las marcas más reconocibles en la actualidad y que marcó una época en el mundo de las carreras.

En el año 1949 se fundaba Abarth en Bolonia y casi a la vez la quiebra de Cisitalia. Carlo Abarth ya había comprado algunas unidades y respuestos a la firma italiana, entre ellos el 204. Ese Cisitalia fue mejorado por Abarth que lo aligeró y le acopló un tren delantero de Porsche con suspensiones independientes. El coche no llegaba a los 1,1 litros de cubicaje por lo que no podía competir con los coches principales. Pero era un rival temible en su categoría.

Tazio Nuvolari conocía bien los Cisitalia. Con el 202 SMM abrió un hueco de 8 minutos con los Alfa Romeo que el triplicaban en cilindrada. Su titánico esfuerzo en las zonas montañosas se disolvió como un azucarillo desde Bolonia de vuelta a Brescia. Ahí en las largas rectas Clemente Biondetti exprimió su Alfa para llegar con una ventaja de 16 minutos. La impresionante carrera de Nuvolari quedo en los libros como un segundo puesto. Tuvo que ser ayudado a bajar del coche en la meta con problemas de envenenamiento por los gases de la combustión.

Desde esa Mille Miglia los carrozas de la marca como 202 SMM son conocidos como los ‘Nuvolaris’.

Se aprecian las orejas del conejo debajo del número, 11.46.

EL ESCORPIÓN Y EL CONEJO

No, no es ninguna fábula pero podría serlo. El escorpión es el emblema de Abarth que apareció por primera vez en el 204A modificado. Tazio Nuvolari recibió una oferta para correr en Sicilia dos pruebas. El Giro de Sicilia (Targa Florio) y la Coppa Monte Pellegrino. Inmediatamente Carlo Abarth contactó con Nuvolari para que pilotara su coche. En el fabricante se pusieron manos a la obra tras recibir el sí del mantovano y construyeron un nuevo 204 a medida del piloto. Salvando las distancias, no tenía mucho que envidiar en cuanto a las medidas a la escrupulosidad con las que se crean hoy los cockpits para cada piloto. El escorpión iba orgulloso en la delantera del coche. La Targa sería la última gran prueba que disputara Tazio y en la que tuvo que abandonar tras perder sus luces y no poder evitar del todo el accidente de un rival. Aún así a sus 57 años dejo claras muestras de su nivel.

Una semana después era la subida a Monte Pellegrino. Y un día como hoy pero en 1950 era lunes de Pascua. Ese era el día elegido para la celebración de la prueba. Tazio Nuvolari había pintado un enorme conejo de pascua en el capó de su Abarth.

A los lados la hora de la salida y delante del parabrisas, que hacía de número, 11.46. Tazio se había mostrado exultante desde que llegó a Sicilia aunque el abandono le había importunado mucho no tardó en recuperar la sonrisa a pesar de sus problemas físicos, los pulmones le daban para muy poco.

Tazio sabía que no podía llevarse la clasificación absoluta pero aún así dio todo como siempre. Con su estilo inconfundible, aquel que aterrorizó al propio Enzo Ferrari cuando decidió dar una vuelta con él muchos años antes. Llegó en 5ª posición arrasando en su clase. Con el mismo ímpetu que le había llevado a ser el más grande.

Allí en lo alto de San Pellegrino al lado de la basílica Nuvolari consiguió su última victoria, si parcial, sin saberlo. O sí. Casi tres años después falleció sin nada por lo que luchar. Pero nos dejó un legado de pilotaje sin igual. El pilotaje que sólo el más grande podía dejar.

Hace 70 años Tazio hizo de puente entre una marca que moría, Cisitalia, y una nueva que crecía con brío, Abarth. Un relevo que quedó inmortalizado por el escorpión, el conejo y con la tortuga dorada que llevaba de amuleto desde que se la regalara el poeta Gabrielle D’Anunzio. La dedicatoria lo dijo todo: “Al hombre más rápido del mundo, el animal más lento”.

Buscando fotos me he topado con esta maravilla sobre la misma efeméride que ha publicado José Miguel Vinuesa Navarro. Imperdible y con más detalles sobre aquella carrera: https://almacenf1.wordpress.com/2020/04/10/70-anos-de-la-ultima-victoria-de-tazio-nuvolari/

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