No lo puedo evitar. Estoy hasta el mismísimo arco del triunfo de las sonrisitas falsas y bastardas de laboratorio.
Ya me repugnaba la de Michael Schumacher, siempre todo perfecto, siempre esa sonrisa Profiden. Falsa.
Ahora es Lewis Hamilton, “Mr. Nice”, todo bonito, todo perfecto. Que hago una marranada a otro piloto. No pasa nada, le pido disculpas. Perdona pero aguanta.
Ayer una periodista, con casi tantos años de profesión como edad tiene Hamilton, le preguntó sobre sus maniobras sobre Raikkonen. El británico se vio encerrado. Eso no entraba en el guión y su guardia pretoriana no podía hacer nada para salvarle. La salida fue un lógico, “con usted no hablo más”.
El problema vino a la salida de la rueda de prensa cuando tanto Ron Dennis como Anthony Hamilton, que pasar por ser su padre y mentor, se encararon, reprocharon y amenazaron a Anne Giuntini. La periodista acabó llorando. Que te diga un bastardo malnacido, un mecanicucho malo venido a más, que si fueras un hombre te habría partido la cara, es muy despreciable.
Nunca me han parecido bien los corporativismos, ya vemos lo que pasa con los médicos. Pero desde luego es hora de que alguien tome medidas contra este par de medradrores que no respetan absolutamente nada.
Sólo por ver la cara que se le quedaría a este par de impresentables quisiera que perdiera el título Hamilton.
Y luego verle en la rueda de prensa con la sonrisa forzada y obligada como si no hubiera pasado nada. Que asco de marketing, que asco de mundo y que asco de imagen.
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