EL EMPERADOR
Volvía Sebastien Loeb a su imperio y a rememorar viejas conquistas de su vasto territorio. Le tocaba a Argentina. No venía a recuperar fuero alguno pero, quizá, sí a dejar sentada alguna duda.
No en vano el díscolo Ogier, que no quiso esperar a heredar posesiones y prefirió el destierro, venía reclamando títulos para sí ante la ausencia del monarca.
El emperador se encontró con que su montura, antaño dócil y sumisa, se había convertido en salvaje y abrupta. Su manejo sedoso de índice y pulgar no se adaptaba a las formas bruscas adquiridas tras los ajustes finlandeses. Loeb tuvo que pasar la primera etapa ajustando y domando el coche. La asistencia del jueves por la noche completó sus gustos.
En el primer tramo del viernes ya dejó claras sus intenciones y que, sobre todo, el coche respondía a lo que él quería. Un pequeño, y raro, error al final del tramo le impidió recortar una buena cantidad de tiempo a Ogier que, por contra, aumentó un poco su ventaja en la general.
VUELCO
Pero el mensaje y el daño en el rival estaba hecho. Ogier había comenzado el rallye sin mayores problemas y, aunque no excesiva, con ventaja sobre su máximo rival. Rival no por el título, sí por el prurito y el orgullo de ser el mejor.
Con el objetivo del Mundial entre ceja y ceja, no parecía que Ogier fuera a enzarzarse con Loeb. Pero con una ventaja cercana a los 20 segundos, era un sapo difícil de tragarse que Loeb te los recuperara y te ganara el rallye. El de VW aumentó el ritmo. En condiciones de rallye puras, niebla espesa, firme resbaladizo y cambiante, Ogier cometía un error que le costaba bantante tiempo. El suficiente para caer a la 3ª plaza y decir adios a la victoria y a la posibilidad de arrebatar el cetro al emperador.
Loeb se encontró con una renta más que segura y sumó su 8ª victoria en uno sus territorios favoritos.
Para Ogier, orgullo herido aparte, supuso un paso más hacia un mundial que tiene su nombre más que escrito. Sí, Loeb le ha dado un golpe, pero su posición en el mundial se ve reforzada tras batir a todos sus rivales. Rivales si es que alguna vez tuvo alguno.
MURPHY
Si el Sr. Murphy no existiera habría que inventarlo. Lógicamente si un copiloto se equivoca en una curva rápida y la canta como lenta, no pasa nada. Es más, ni trasciende. Pero si el error es al revés, el resultado suele ser catastrófico. Los errores son humanos. Si encima una puerta recalcitrante que no quería cerrarse bien te despista. El caldo de cultivo para el error se pone a tono. Si Carlos del Barrio canta esa nota es porque está seguro de dónde están en el tramo. Si no, le habría preguntado a Dani que habría descendido el ritmo y le habría ido cantando el tramo para que el copiloto se encontrara. Error, Murphy, mala suerte. Lo que queramos. Rallyes, sin más.
Esperemos que para Grecia, el Emperador Loeb le haya insuflado alguna enseñanza en las charlas que hayan tenido en Argentina. Porque a pesar de la aparente tiranía de sus resultados, Loeb ha demostrado ser un monarca magnánimo.
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