A toda la panda de cuatreros que nos gobierna les ha dado por mirar el reloj. En tiempo de Oscar queda muy cinematográfico eso de mirarse la muñeca y decir: ‘…a las…no se cuantas de hoy mi partido sigue robando con total impunidad gracias a vuestros votos…’. Y los seguidores aborregados y enfervorecidos les jalean. Da igual que les prometan 4 millones de puestos de trabajo, que les llamen tontos en la cara (lo más habitual) o que les roben allí mismo la cartera. El caso es jalear, berrear y echar espuma por la boca.
Cuando con la que está cayendo habría que cerrar filas y buscar soluciones conjuntas, no. A degüello. Panda de egoistas sin escrúpulos. Su único fin es narcotizarnos mientras nos roban a manos llenas.
Así que cuando mi reloj marca las 6:32 del 24 de febrero. Sin necesidad de pose cinematográfica, ni mala uva congénita y sin dirigerme a un auditorio aborregado y enfervorecido: los políticos, una de las peores calañas que se recuerdan en la historia de la humanidad, nos siguen robando, riéndose de nosotros y lo que es peor, considerando que somos gilipollas.
Decía Solbes que siente envidia de Bermejo. Yo también siento envidia. Envidia de los revolucionarios franceses que no dejaron títere con cabeza. Literalmente.