GILLES VILLENEUVE. EL DESEO DE GANAR

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GP de ESPAÑA 1981

ENTENDIENDO AL MITO

Hace 30 años fallecía, un ocho de mayo, Gilles Villeneuve en Zolder. Pocos pilotos han sido capaces de dejar una huella tan profunda como la hollada por el canadiense en su corta carrera en la F1. Su único deseo fue ganar. Nunca se rindió, siempre dio todo lo que tenía luchando por la primera plaza o por la última. No tuvo límites al volante y fue un exquisito competidor que nunca tuvo reparos en reconocer sus errores. Desde entonces, el número 27 es sagrado en la F1.

Fue la ira lo que mató a Villeneuve. La ira provocada por una traición que él jamás habría sido capaz de cometer. Esa ira le llevó a intentar batir al traidor. Quizá no concentrado del todo por ese punto de ceguera que la maldita ira produce, no se entendió con Jochen Mass. El resto es mito, historia y leyenda.

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En Mónaco

Cara de niño, hombre muy familiar, muy tímido, caballeroso y leal. En la pista se transformaba y sólo era compañero de su compañero. Sólo le valía quedar delante del coche que le precedía, sólo le valía ganar. Es paradójico que el gran recuerdo que se tiene de él sea por lograr un segundo lugar y no por la ansiada victoria.

Nació en Québec el dieciocho de enero de 1950. Su familia se trasladó al poco tiempo a Bethierville donde residiría. A los seis años, su padre le sentaba en sus rodillas al volante y le dejaba conducir. El pequeño Gilles le gritaba para que fuera más rápido y adelantara al coche que les precedía.

A los dieciséis tuvo su primer coche, un Skoda, y empezó a competir en motos de nieve. No sería hasta el veintiséis de mayo de 1974 cuando debutó en la Fórmula Ford. Lo hizo acabando tercero y dejando muestras ya de sus señas de identidad, inasequible al desaliento. En la cuarta prueba sufrió el primer accidente grave de su carrera. Tocó en una frenada a un rival y se fue contra las vallas rompiéndose la pierna izquierda. Fue a primeros de julio. La siguiente carrera era un mes después. Se quitó la escayola antes de tiempo y cogió su Mustang para ir al circuito y recuperar el tacto del embrague. Salió a la carrera pero tuvo que abandonar debido a los fuertes dolores que sufrió. Estos problemas no le impidieron ganar el Mundial de motos de nieve en Wisconsin (EEUU) y se pasó al año siguiente a la Fórmula Atlantic. Ganó el campeonato dos años seguidos. En 1976 de

butó en Europa en la carrera de F2 en Pau. Fue más una maniobra para promocionar un GP en Trois-Rivieres, de la F-Atlantic, que otra cosa. Pero calificó en décima posición y tuvo que abandonar por sobrecalentamiento en su coche.

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El debut en la F1 con McLaren en Silverstone

DEBUTA EN F1

En 1977 repetiría el título de la Fórmula Atlantic logrado el año anterior y firmaba para correr en la Can-Am con el equipo Wolf-Dallara por indicación de Chris Amon.

Mediados de julio en Silverstone, GP de Gran Bret

aña. Los McLaren titulares están en manos de Hunt y Mass, son dos M26 evolucionados. Hay un tercero, con el número 40 para Villeneuve, un M23 bastante obsoleto. La mayoría de los allí presentes recuerdan a un piloto que cometía trompo tras trompo. Con la misma facilidad los recuperaba sin problemas. La leyenda comenzaba, el mito nacía.

Gilles simplemente se estaba acostumbrando a un coche que no conocía. No tocó una sola vez las vallas y el coche no sufrió daño alguno. Era la única manera que tenía de encontrar los límites al coche. Y lo hizo. Fue el más rápido en la pre-calificación. En la parrilla fue noveno, dos posiciones por delante de Mass. En carrera consiguió la quinta vuelta más rápida antes de perder una posible cuarta plaza por un indicador errático. Fue la única carrera en la F1 que no corrió para Ferrari. Teddy Meyer, responsable de Mclaren le firmó un precontrato. Pero Gilles, con compromisos en la Fórmula Atlantic no correría más para McLaren. Incluso Meyer, sin definirse claramente sobre que pilotos elegir, le liberaba para que fichara por Ferrari. Chris Amon hablaba directamente con Enzo Ferrari para que fichara a Villeneuve.

EN CASA

Gilles se estrena con la Scuderia en Mosport. Había un tercer coche preparado para él. Pero las malas relaciones de Niki Lauda con el equipo, que llevan al austriaco a no correr la carrera, le ponen el coche de Lauda en sus manos. Decimoséptimo y lejos de Reutemann en la parrilla y abandono a cuatro vueltas del final fue su balance. Su leyenda se incrementaría en Fuji. Peleando con Ronnie Peterson le toca en una frenada al intentar adelantar, al igual que en su primer accidente grave, saliendo el Ferrari volando. Tras volcar varias veces el monoplaza cae en una zona vallada. Dos espectadores mueren al estar colocados en esa zona que era prohibida. Uno de los fallecidos era un comisario que intentaba convencer a los descerebrados de la peligrosidad de su ubicación. Recibió muchas críticas y se le acusó de provocar un accidente en un intento de adelantamiento imposible. Las quejas quedaron en nada.

En 1978 comenzó desde el principio la temporada. El dominio de Lotus ese año fue apabullante. En las cuatro primeras carreras sufrió cinco accidentes. Su estilo no parecía adecuado para la F1. Era extremadamente rápido, con una habilidad natural fuera de lo común. Aprendió rápido y, aunque siguió siendo un piloto espectacular, supo suavizar y atemperar su estilo sin perder su don de rodar más que al límite.

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Victoria en casa

En Estados Unidos, con la carrera en la mano, decidió doblar a Regazzoni en la zona más difícil de Long Beach. De nuevo el Ferrari volando y la victoria que se escapa. En Bélgica logró sus primeros puntos, cuarto, y en Austria, bajo la lluvia, subió por primera vez al podio, tercero. En la triste carrera de Monza, donde fallecería Peterson, lo bordaba pero era penalizado por saltarse la salida. La revancha llegaba en Canadá, en casa. En Montreal, gracias en parte al abandono de Jarier, y con una conducción muy fina se anotaba su primera victoria. El Primer Ministro Canadiense le entregó el trofeo.

Unos tremendos lagrimones recorrían la cara de Gilles. Reutemann consiguió cuatro victorias pero el único que plantó cara al todopoderoso Lotus 79 de Andretti y Peterson fue Gilles. En Zolder y en Monza.

COMPAÑERO FIEL

Reutemann abandonaba el equipo y llegaba Jody Scheckter. Jody era el elegido por Ferrari para luchar por el título y Gilles debía completar su aprendizaje. Aceptó sin rechistar pero al principio de temporada fue mucho más rápido que el sudafricano. Su victoria en Kyalami fue antológica. La carrera comenzó con la pista seca. Pero un aguacero obligó a interrumpirla para que los pilotos colocaran las gomas de lluvia. Scheckter decidió continuar con slicks porque la pista se estaba secando rápidamente. Villeneuve lo hacía con las gomas de agua y tenía que parar a cambiar a slicks. Su ritmo fue tan fuerte que logró que el sudafricano quemara literalmente sus ruedas y tuviera que parar a cambiarlas. Era el debut del Ferrari 312 T4. En Long Beach, pole y victoria sin discusión para Gilles. Otra jugada maestra cuidando el compuesto más blando de Michelin y llegando a meta con él. Scheckter no podía creer como había llegado a meta con aquellas gomas. Reutemann pensó lo mismo el año anterior en Canadá.

En la Carrera de Campeones, prueba fuera de campeonato, vence por delante de Piquet y Andretti.

La presión sobre Ferrari se hace insoportable. Antes del GP de Bélgica, el equipo saca una nota en la que anuncia que el sudafricano tiene hasta Mónaco, una carrera antes de la mitad de la temporada, para ganar una carrera. En caso contrario los esfuerzos serán para hacer a Villeneuve campeón.

El puyazo en todo lo alto recibido por Jody le llevó a ganar en Bélgica y en Mónaco. Pero en Bélgica otro capítulo de la leyenda de Gilles se escribía. En la salida Scheckter se toca con Regazzoni y este rompe el frontal del Ferrari de Gilles. Parada en boxes y remontada. Sus tiempos de vuelta dejaron claro que podría haber dominado de nuevo la carrera sin problemas. Se quedó sin gasolina en la última vuelta y perdió los cuatro puntos de la tercera plaza que tenía.

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La decepción de un coche terrible

INMORTAL

GP de Francia, Dijon. Villeneuve desde la tercera plaza en la parrilla tras los Renault lidera mediada la carrera. Pero no puede contener a Jean Pierre Jabouille que le pasa y se dirige a ganar la primera carrera para Renault y su motor turbo. El otro coche de la ‘regie’ pilotado por Arnoux le da caza a final de la prueba. Gilles tiene sus ruedas prácticamente en los alambres. Arnoux le pasa pero Gilles se revuelve. Durante tres vueltas se pasan y repasan, se atacan y contraatacan. Bloquean ruedas y se golpean varias veces. La televisión casi ignora el paso de Jabouille por meta ante la intensidad del duelo por la segunda plaza. Finalmente Gilles se lleva el gato al agua y la admiración eterna de todos los aficionados de la F1. Ese día pasa a ser inmortal.

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Dijón 1979, la inmortalidad

En Holanda adelantó a Alan Jones por fuera en Tarzan. Poco después, sufre un reventón en una de sus ruedas traseras en la misma curva y se sale. Vuelve a pista e intenta llegar a boxes. Una vez perdida toda la goma sigue rodando a buen ritmo sobre la llanta. Poco después la suspensión dice basta. Aun así pide ruedas nuevas hasta que los mecánicos le logran disuadir.

En Monza Scheckter sería Campeón si ganaba la carrera, pero Villeneuve todavía tenía opciones matemáticas para mantener el campeonato vivo hasta las pruebas americanas. Enzo Ferrari conversa con él antes de la carrera. “El título es de Jody. A partir del año que viene todos trabajaremos para que el campeón seas tú”. Gilles acaba segundo la carrera tras su compañero de equipo sin atacarle. Tenía el ritmo para ganar la carrera, pero él era un hombre de honor. En Watkins Glen vence bajo la lluvia y confirma el subcampeonato.

DECEPCIÓN

Ferrari pasó del cielo al infierno en unos pocos meses. Toda la competitividad del T4 desapareció en el T5. Eso obligó a Gilles a dar más del 100%, a pilotar por encima de todos los límites. En Argentina rodando en segunda posición tras Piquet se salía tras romperse su suspensión delantera izquierda. Su tremenda habilidad en las salidas queda esta temporada más que remarcada. El defectuoso diseño del T5 destroza las ruedas y en más de una carrera el canadiense se ve obligado a parar en boxes para cambiarlas. En Mónaco adelanta a Arnoux en Ste. Devote en un movimiento imposible. En Francia termina octavo tras luchar al máximo con los rivales y el coche en medio del pelotón. En el GP de Italia, disputado por primera vez en Imola, sufre el accidente más grave hasta ese momento. En la curva anterior a la Tosa le estalla un neumático en la quinta vuelta. Se sale contra el muro para volver a la pista con su cockpit sin ruedas y quedar parado en medio de la pista. Milagrosamente es evitado por el grueso del pelotón. En Canadá, con mucho frío, los neumáticos Michelin no proporcionan el más mínimo agarre. Scheckter no se califica para la carrera y Villeneuve está al fondo de la parrilla. En carrera recupera hasta la quinta plaza.

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El tremendo accidente en Imola

ESPERANZA

Ferrari abandona de cara a 1981 el motor 12 cilindros bóxer por un V6 turbo. Didier Pironi es fichado para sustituir a Scheckter. De nuevo el chasis creado por Ferrari es un desastre. Pero Villeneuve logra sumar dos victorias imposibles en, quizá, los circuitos que menos favorecían a su motor turbo. Mónaco y España. En el Principado, recordada por ser la primera victoria de un motor turbo en un circuito urbano, su determinación le permitió colocarse en la primera línea de parrilla. Su ritmo perfecto y su control de un coche inconducible le permitió estar al acecho y aprovechar su oportunidad. Dieciocho meses llevaba Ferrari sin ganar. Loe mecánicos lloraban encima de Gilles, el Principado era un clamor. En el Jarama tres semanas después aguanto tres cuartas de la carrera en cabeza con cuatro coches detrás. Desde la séptima plaza en la parrilla se colocó tercero en la salida. En la primera vuelta ganó otra plaza y en la catorce se pudo líder. Aguantó con maestría sin cometer el más mínimo error con un coche que era un perro desobediente. Fue su última victoria y una de las de más resonancia.

TRAGEDIA

Tras dos intentos fallidos por parte de Ferrari, por fin se da en la diana. El 126 C2 fue el mejor chasis construido en Maranello en los años 80. Sólo faltaba afinar un motor que ya había dado muestras de su competitividad. Su relación con Pironi era excelente y en Ferrari todo estaba preparado para llevarle en volandas hacia el título que le prometió Enzo Ferrari en 1979. Pero en Sudáfrica el motor expiró cuando iba tercero. En Brasil se sale en un raro despiste. En Long Beach termina tercero pero es descalificado al fallar la FISA que el alerón doble montado por Ferrari es ilegal.

En San Marino varios equipos boicotean la carrera. Los Renault rompen y Ferrari se queda sin rivales. Históricamente en situaciones así las posiciones se mantienen hasta el fin de carrera en el equipo italiano. Villeneuve levanta el pie porque no hay necesidad de forzar. Pero Pironi le pasa. En un principio, Gilles no le da importancia. Pero Pironi se salta la historia, el pacto y las órdenes de equipo y traiciona a su compañero. La furia de Villeneuve quedó patente en el podio. Una semana después llegaron los rumores de que había firmado por Williams de cara a 1983.

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Una de sus últimas fotos. Rápido, rápido.

Ocho de mayo, últimos momentos de la sesión calificatoria en Zolder. Pironi tiene el sexto tiempo y Gilles el octavo. Bajo ningún concepto quería Gilles ser batido por su infiel compañero. Salió de boxes dispuesto a mejorar como fuera su tiempo. A mitad de vuelta se encontró con el March de Jochen Mass. Una falta de entendimiento y Gilles a toda velocidad golpea en la rueda trasera derecha del alemán con su rueda delantera izquierda. El vuelo mortal comenzaba en el asfalto y finalizaba en la eternidad. Unas horas después, en la madrugada, se producía el óbito.

Fue un piloto noble en la pista, absolutamente íntegro. En su corta carrera jamás corrió por los puntos. Con él, lo imposible era posible. A pesar de los incidentes que tuvo era admirado por sus rivales.

En la siguiente carrera tras su muerte, Pironi logró la pole.”Quiero dedicar esta pole a Gilles, porque todos sabemos que si él hubiera estado aquí la pole habría sido suya”. Un periodista oyó farfullar a Keke Rosberg. “Y si no hubiera sido por ti, jodido bastardo, él estaría aquí con nosotros”.

No hay mejor manera de terminar nuestro homenaje que con las palabras de Enzo Ferrari. “Con su generosidad, su coraje, su habilidad destructiva pilotando coches, su manera de frenar cruzando el coche, su manejo del cambio y el embrague, Gilles mostraba lo que hacia falta hacerse para encontrar la solución a los problemas que le planteaba el coche. Tenía un gran espíritu de lucha e hizo famoso a Ferrari. Le adoraba”.

Algunas de sus frases:

“Nunca pienso que me puedo hacer daño, me parece imposible”

“Tengo que ir a 110%, lo normal es que sufra un accidente. Pero es mi trabajo y no puedo vivir sin ello”

“Seguro que habría podido con Jody. Pero había dado mi palabra”, tras Monza 1979

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Un santuario en su recuerdo en Zolder

SALUT GILLES

publicado en gran parte en Grand Prix
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5 Responses to “GILLES VILLENEUVE. EL DESEO DE GANAR”

  1. ECM dice:

    Grande,
    Te oigo el domingo en la radio.
    Saludos y gracias

  2. [...] Gilles Villeneuve. El deseo de ganar, Carlos Barazal. [...]

  3. Charly dice:

    Gracias a vosotros por estar ahí :)

  4. Orayo dice:

    Gracias por esta maravilla de artículo.

  5. Morzo34 dice:

    Muchas gracias Charly en nombre de los aficionados a la F1, por este bonito homenaje a Gilles, así como por regalarnos un GPCast cada semana.

    Un abrazo.