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GHOST IN THE MACHINE (EL FANTASMA EN LA MÁQUINA)

Martes, Diciembre 5th, 2006

“Algún día todos los discos sonaran así”, rezaba la publicidad del LP de The Police. Un sonido perfecto y joyas como “Spirits in the material world”.

El último encuentro entre hombre y máquina en una de las pocas disciplinas donde se podía al menos mantener el tipo, el ajedrez, ha escenificado la derrota de la raza humana ante la computadora.

Antes de la última partida de hoy todo había sido igualado excepto en una de ellas, la segunda, en la que un error de Kramnick le condenó a una derrota dolorosa.

La máquina no se equivoca, no comete errores de bulto y en esa fría actuación se convierte en algo odioso e invencible.

Pero hoy hemos asistido a una partida espectacular. Kramnick, ante el e4 (P4R), le ha opuesto la Defensa Siciliana con la Variante Najdorf. Sin entrar en detalles sólo diremos que es una de las más ambiciosas. Una verdadera declaración de guerra a “Deep Fritz”.

Incluso, poco después, obligó a la máquina a olvidarse de su cuaderno de aperturas. Hasta el movimiento 17 la tuvo contra las cuerdas.

Dos jugadas de caballo por ambos bandos fueron decisivas. Sobre todo la de “Deep Fritz”. Una jugada que los expertos están calificando como: “muy humana”, “una verdadera ironía”, “un toque de buen humor”. El caso es que, a partir de ahí, su juego ha sido demoledor y Kramnick no ha tenido más remedio que abandonar su ataque al flanco de dama, y empezar a pensar en como defender el flanco de rey.

Ha sido una preciosa partida provocada por la tonta derrota de Kramnick en el segundo enfrentamiento. Eso le ha obligado a jugar a la desesperada y de ahí el principio de partida excepcional vivido. Pero la odiosa e invencible máquina ha usado a un fantasma con bytes en forma humana que con un sólo movimiento ha podido con una de las mejores mentes mortales. Sólo se me ocurre preparar un torneo con los mejores Grandes Maestros de todos contra todos con la presencia de Deep Fritz como uno más. Sería la prueba definitiva y definitoria de que la máquina nos ha batido en nuestro santuario.