MONZA
En ciclismo a las grandes clásicas, las duras pruebas de un día, se las conoce como ‘Monumentos’. ‘Monumentos’ que en muchos casos hunden sus largas raíces en el siglo XIX. El automovilismo no llega tan lejos, por poco, y en el primer cuarto de siglo se construyeron algunos de sus circuitos que hoy, como pasa con esas pruebas ciclistas, podemos considerar ‘monumentos’.
Entre esos trazados está Monza, construido en 1922. Está situado en tierras lombardas, las más ricas, prosperas y pobladas de Italia. En la región de Brianza donde se encuentra la ciudad que da nombre a un precioso parque, la verdad es que casi todos los parques lo son, donde está enclavado el circuito.
Monza respira historia por los cuatro puntos cardinales. No hay un sólo rincón del circuito que no tenga su pedacito de gloria o tragedia y en muchos casos ambas. Es la casa de Ferrari, con lo que eso significa, y a pesar de ser vetusto, su magia es intensa.
En la F1 el warm-up era un momento especial. Pero en Monza se convertía en impagable e irrepetible. Por desgracia de momento no se puede volver a disfrutar. Una sesión de warm-up a las nueve de la mañana. Imaginaos llegar al circuito a las siete de la mañana, en estos días de septiembre clareando el cielo. Entras en Monza y una neblina fina cubre partes del circuito. Hace fresco y la luz gana en intensidad. Comienzas a andar hacia Ascari. Los fantasmas te acompañan en tu caminar y las siluetas de los árboles fundidas con la niebla te traen imágenes familiares. Tan pronto crees ver a Campari como te parece cruzarte con Rindt. Dan las ocho y las asistencias del circuito empiezan a ocupar sus ubicaciones. Los ‘tifossi’ tardan en desperezarse y el paseo por el circuito es una experiencia irrepetible. Entonces, a las nueve menos diez se empiezan a oír los motores precalentando en boxes. La adrenalina sube su nivel, el vello se eriza, las bocinas bufan en todo el circuito y todo parece despertar.
Nueve en punto y los coches salen por el carril de boxes a dedicarse a la orgía de velocidad que es el trazado italiano. Esa media hora es completamente distinta a todo lo que se vive durante el fin de semana completo. Perdón, estaba soñando y me veía trasladado a no ha muchos años. Quería decir que se vivía. Qué era. Qué gozadas de warm-up. Cuanto se echa de menos.
N.A. El warm-up era una sesión de media hora de entrenamientos libres que tenían los equipos de F1 en cada GP para hacer ajustes de última hora el domingo por la mañana de cara a la carrera.
También, en tiempos de las retransmisiones en la taquilla de canal +, fueron verdaderas cátedras en F1 de la mano del gran Carlos Castellá. Podéis seguir a Castellá todas las semanas en la revista Grand Prix donde nos recrea su particular warm-up en una columna deliciosa.
Gracias Maestro.