En el último informe del Programa de Desarrollo del agua de las Naciones Unidas, se hace hincapié en el agua potable disponible en el Tercer Mundo o mundo en desarrollo, como gusta llamar el máximo organismo.
No se si alguien se sorprende, con un quinquenio del siglo XXI ya quemado, de que haya más de un billón de personas que no disponen de agua potable en el mundo. A la vista del devenir de los acontecimientos no lo parece.
Esa falta de agua potable provoca más muertes que todos los fallecimientos por cáncer en Estados Unidos y Europa en un año.
Incluso en zonas más desarrolladas donde se disfruta de agua potable, faltan las infraestructuras mínimas para tratar las aguas residuales. Esta situación afecta a más de 2,5 billones de personas en el mundo. La no reutilización y las enfermedades que se derivan de ello son alarmantes.
El informe achaca los problemas a la pobreza, falta de infraestructuras- unido a la corrupción gubernamental- y a la propia escasez de agua.
Una mala gestión de la misma también está llevando a zonas al borde de la catástrofe o la han provocado ya. El caso del Mar de Aral y la sobreexplotación algodonera es un buen ejemplo reciente. Los problemas de los acuíferos chinos, esquilmados para la sobreexplotación arrocera, es un ejemplo de actualidad.
Otro aspecto que llama la atención es que en zonas muy deprimidas, una persona puede llegar a tener que invertir la tercera parte de sus ganancias en comprar agua potable. A nosotros, difícilmente nos cuesta un 1% de nuestros ingresos.
Las Naciones Unidas han cuantificado en 10 billones de dólares la inversión necesaria para hacer llegar el agua potable a 500 millones de personas.
Curiosamente, esa es la cantidad que se gasta Estados Unidos en un mes de guerra inútil y sangrienta en Irak.
Viendo como se ha expandido el terrorismo en Asia. Y siendo esta zona del mundo de las más deprimidas junto a África, -no olvidemos, perdida en su gran mayoría para el cristianismo y nuevo caldo de cultivo para el islamismo- y además vivero de terroristas, parece lógico tomar medidas.
El terrorismo crece fruto de la insatisfacción y la pobreza. ¿Ganaría realmente Estados Unidos, y por añadidura el resto del Mundo, a través de una política humanitaria?
La respuesta no se sabe. Pero vale la pena intentarlo. No sólo por minimizar la amenaza terrorista. No sólo por sólo mejorar las condiciones actuales de una gran parte de la población mundial. Si no por evitar una de las causas de las guerras futuras. El agua.