Niki Lauda está superando uno de los momentos más críticos de su vida. No es el único. De hecho está producido por las secuelas de aquel gravísimo accidente en el Nurburgring en 1976.
Agosto, día 1. GP de Alemania de 1976. Hunt había logrado la pole batiendo a Lauda mientras Jochen Mass era 10º. Cuando se dio la salida, la lluvia ya había dejado de caer. Los boxes se vieron casi bloqueados con casi todos los pilotos entrando a cambiar a slicks. Poco después se producía uno de los accidentes más horribles de la historia de la F1. Niki Lauda perdía el control de su Ferrari en Bergwerk. Una curva a priori sin mayor problema. Las imágenes muestran lo que pudo ser un problema con la suspensión trasera. El Ferrari se fue contra el talud rompiendo la valla de protección y salía rebotado hacia el centro de la pista incendiándose con el austriaco sin casco. El Ferrari rodeado de llamas era embestido por el Surtees de Brett Lunger, primero, y por el Hesketh de Harald Ertl, después, lo que terminaba de desatar el infierno. Lauda no podía liberarse de los arneses. Tenía una fractura en el pómulo y en el esternón. Su verdugo aguantaba las llamas, pero empezaba a ennegrecerse. Los ojos estaban al aire. Tras 45 segundos eternos, y gracias a un sólo extintor disponible vaciado en el habitáculo por Ertl, Arturo Merzario conseguía liberar a Niki y sacarlo en una leve pausa de las llamas.
El coche se seguridad llegaba 110 segundos después del accidente, bloqueado por los monoplazas parados en la pista. Allí mismo le empezaron a curar las horribles quemaduras. En una de esas se tocó la cara quemada y preguntó que tal aspecto tenía. Además no hacía más que tocarse la zona donde debía estar su pabellón auditivo derecho. Increíblemente se mantuvo consciente durante todo el tiempo que duró la cura. Al poco de subir a la ambulancia empezó a perder el sentido varias veces. Fue trasladado a 145 kilómetros de allí, a Manheim con toda la urgencia del mundo. Las quemaduras eran muy graves pero lo peor estaba en sus pulmones. Los gases inhalados y su temperatura se los habían dañado mucho. Un atónito Lauda escuchó como le aplicaban la extrema unción al poco de llegar al hospital. En ese momento, con el único sonido de las enfermeras, su esposa Marlene y la máquina que le suministraba oxígeno, decidió que lucharía por su vida. Le hicieron dos transfusiones completas de sangre porque la saturación de oxígeno llegó a ser crítica. El martes le volvió a ver el sacerdote y el miércoles pidió que le retirarán el respirador y que le dejarán sentarse en una silla. Y el viernes los médicos le anunciaron que había pasado el peligro. Si hay una definición de milagro. Lo ocurrido con Lauda se ajustaría perfectamente.
La situación del campeonato se quedó en un: Lauda 58, Hunt 44.
Niki Lauda sufrió una reacción autoinmune de células en sus pulmones. Situación que derivó para el austriaco en un asunto de vida o muerte. Con sus pulmones muy debilitados desde hace más de 40 años, el problema casi le cuesta la vida. Los doctores no tuvieron otro remedio que someterle a un trasplante de pulmón. Le indujeron un coma, realizaron la delicada intervención y esperaron. A los pocos días empezaron a retirar los fármacos y Niki despertó y todo está yendo sobre ruedas. Para un tipo que hizo esta burrada aquel verano, había que tener confianza en que podría superar una intervención muy delicada.
El accidente de Lauda le abrió la puerta del título mundial a James Hunt. Con seis carreras por delante no podía escapársele. Si Lauda había parecido campeón hacía sólo dos carreras, ahora era el británico el que lo tenía en la mano. Y más con Ferrari protestando y chantajeando al mundial al no presentarse a correr en Austria. La decisión de devolver la victoria a Hunt en el GP de España, y su no desclasificación en Brands Hatch, había enfurecido tanto a Enzo Ferrari que no tuvo reparos en dejar al equipo en casa.
Hunt se hizo con la pole en el majestuoso Osterreichring con el Penske de Watson en primera línea pero a 8 décimas. El resto de equipos que habían estado detrás de los Ferrari en la temporada, sobre todo Ligier y Tyrrell, tuvieron problemas. La salida en un día gris, se produjo con la pista algo mojada. Las primeras vueltas fueron de lo mejor del año. La lucha entre John Watson y Ronnie Petersson fue memorable en los primeros compases. Pero el protagonista de ese comienzo fue Jody Scheckter. Desde la décima posición a la primera en diez vueltas. Hasta que una rotura de suspensión acababa con su cabalgada. El McLaren de Hunt empezó a sufrir de subviraje a medida que la pista se fue secando y se tuvo que conformar con la cuarta posición final.
John Watson recuperaba el liderato en la vuelta doce y no lo abandonaría hasta el final. Lafitte era segundo y Gunnar Nilsson tercero con su Lotus. Lauda 58, Hunt 47. No le había salido demasiado mal la ausencia a Ferrari a pesar de todo. En Holanda el humor de Enzo Ferrari había cambiado. Las noticias de la asombrosa recuperación de Lauda y su más que posible reaparición le habían hecho relajarse. O eso decían, porque ya había maniobrado de cara al GP de casa.
Clay Regazzoni era el único Ferrari presente en Zandvoort. Goodyear estrenaba un compuesto más duro que penalizaba a Ferrari y Tyrrell especialmente. Hunt, tranquilo ante la falta de competitividad del Ferrari, se dejaba arrebatar la pole por el March de Peterson. Regazzoni era sexto. Hunt se las tuvo tiesas con un Watson desmelenado después de la victoria en Austria. Y tuvo, además, otros dos rivales. Primero Peterson que puso un ritmo frenético en cabeza hasta que se quedó sin presión de aceite. Luego la rotura del cambió de Watson le dio aire. A mitad de carrera se le rompió un conducto de refrigeración de los frenos delanteros. Esto desequilibró al McLaren y Hunt empezó a ver como Regazzoni se le echaba encima. En el paso por meta en la última vuelta, el suizo estaba encima de Hunt. Pero al llegar a doblar a Alan Jones el australiano se apartó ante el McLaren pero volvió a la trazada bloqueando al Ferrari. Una maniobra cuando menos sospechosa y, producida por un despiste o no, reprobable. Y es que el imperio es el imperio. Hunt vencía en Holanda con Regazzoni detrás y Andretti sumando otro podio para Lotus. Lauda 58, Hunt 56. Campeonato nuevo.
Poco más de un mes había pasado desde que Lauda sufriera su escalofriante accidente a más de 225 kilómetros por hora. Poco más de un mes había pasado desde que un sacerdote le hubiera administrado la extrema unción. Poco más de un mes había pasado desde que Lauda decidiera que quería vivir. Dos transfusiones completas de sangre. Jirones de piel transplantados de la parte superior de su muslo a la cara y parte del cuero cabelludo. Dolores terribles por las quemaduras y las operaciones. Nada se le puso por medio para volver ni más ni menos que en Italia. En Monza. El circuito que le había coronado el año pasado y dónde subió al Olimpo de los ‘tifossi’.
El ambiente estaba muy enrarecido. Desde la propia Ferrari no se había hecho el más mínimo intento por rebajar la tensión. Todo lo contrario. Con la vista de la apelación al resultado de Brands Hatch a celebrarse en pocos días, las pancartas y las protestas a los miembros de la FIA fueron generalizadas.
La vuelta de Lauda, algo en lo que Enzo Ferrari no confiaba, había puesto al ‘Commendatore’ en un problema. Había fichado a Reutemann para sustituirle. Cuando el austriaco se presentó en Monza, Enzo maniobró bajo cuerda para impedir que Niki corriera. Los médicos le pusieron todo tipo de trabas. Pero en los exámenes que se inventaron para no dejarle correr, Lauda salió indemne. Los médicos se quedaron sin argumentos. De todas las maneras, todo el fervorín de la vuelta de Lauda se esfumó ante los problemas del austriaco en los libres bajo el agua. Miedo. No hay otra palabra. En Lesmo su pie se levantaba del acelerador al igual que en la Parabólica. La distracción que le provocó tanto examen médico tampoco ayudó.
Entonces Lauda volvió al hotel. Recibió las curas y se metió en la cama a reflexionar. ¿Que estaba pasando? No le costó mucho darse cuenta de que estaba forzando la situación. Su decisión fue clarividente. Se tomaría el sábado el por la mañana como una sesión de test en Fiorano. Lo único que necesitaba era ir sintiendo el coche y volver a ser uno con él. El sábado por la mañana con la pista seca el austriaco mejoró. Se colocó quinto en la parrilla por delante de su compañero Regazzoni, décimo, y de James Hunt, noveno. El motor Matra del Ligier de Lafitte ayudaba a su piloto a lograr la pole con Scheckter al lado. Detrás otro V12, el Brabham Alfa-Romeo de Pace y el otro Tyrrell de Depailler.
De nuevo los comisarios fueron puestos, o se pusieron, en el disparadero. El sábado decidieron anular los tiempos de James Hunt, John Watson y Jochen Mass por irregularidades en la gasolina. Una decisión más que polémica que les dejó fuera de la parrilla al tener que usar sus tiempos del viernes. Afortunadamente Stuppacher ya se había ido para casa y Edwards cedió su plaza lo que permitió a Watson y Hunt tomar la salida. El escándalo fue mayúsculo y esta vez, nuestro viejo conocido, Teddy Mayer se vio acompañado del propio Hunt en las agrias protestas. Que el método para analizar la gasolina no era adecuado parecía claro. Que la presión de Enzo Ferrari y los ‘tifossi’ dio resultado, también.
Por primera vez en mucho tiempo Lauda salió mal. Tanto que se vio en décima posición en los primeros compases de GP. Por su parte James Hunt, salía como un poseso dispuesto a remontar posiciones. El británico recupero tantas, doce, como vueltas estuvo en carrera hasta que su motor dijo basta. Scheckter fue el primer líder hasta que su motor perdió potencia y fue perdiendo posiciones hasta acabar quinto.
Y mientras Lauda, piano piano. En la vuelta diez era séptimo, en la catorce sexto. Cada vuelta mejoraba. Cada vuelta volvía un poco más la confianza. Cada vuelta se sentía más y más piloto de nuevo. En la vuelta cuarenta y uno pasaba a Sheckter y poco después a Depailler para acabar cuarto. Regazzoni fue segundo tras Peterson, al que su March aguantó esta vez. El poleman Lafitte fue tercero. Nadie en Ferrari paró al suizo o se percató de ello para permitir ganar un puesto más a Lauda. Cuando se bajó de su monoplaza, su verdugo estaba empapado en la sangre de las quemaduras todavía tiernas. Los ojos rojos como tomates al tener problemas con sus párpados que prácticamente perdió en el accidente. El milagro de su vuelta se había visto favorecido por la torticera, a todas luces, actuación de los comisarios y el abandono de Hunt. Lauda 61, Hunt 56. Quedaba pendiente la apelación de Ferrari al resultado de Brands Hatch. La gira americana y Fuji echarían el cierre al campeonato. La tensión estaba por las nubes. 43 días después de haber sido dado por muerto, Lauda estaba muy vivo. Pero el error de Ferrari al no parar a Regazzoni lo pagarían muy caro al final de temporada, y al final de la siguiente.
Así acabó la temporada de 1976:
Al año siguiente arrasó y le dio un gran corte de mangas a Ferrari. Luego se retiró y volvió a principio de los 80 con otra idea de correr las carreras. Idea que le reportó su tercer título mundial. Uno de los pilotos más grandes, interesantes y con más personalidad de la historia de la F1. Y que nos dure mucho.
Tags: Ferrari, Lauda, Nurburgring, pulmones, trasplante
Un tipo único, esperemos que sobreviva. Te he escuchado y he leído lo que pasó aquel año varias veces, siempre me eriza los vellos…
Muchas gracias por encontrar el tiempo necesario para hacernos disfrutar tanto.
Un saludo