3 de septiembre de 2005
El sol se pone en el reinado de Michael Schumacher. Como le pasara a nuestro imperio antaño, todo tiene un fin. No sólo porque no va a renovar el título, sino porque ya empieza a no poder controlar situaciones en las que era un maestro.
Con la prensa sobre todo. Los rumores de su paso a Mercedes le han desbordado. Siempre ha manejado sus presencias en la prensa. Estos días las noticias sobre su persona están superlativizadas y entran, incluso, de lleno en su vida privada. Esto, el “gran” Schumacher, no lo permitía antaño.
A pesar de sus títulos, victorias, records, sigue arrojando una sombra de duda que le resta grandeza. Sus compañeros de equipo. Nunca ha tenido al lado un piloto de nivel. Buenos eran, desde luego, pero no con las cualidades para medir el talento del alemán. La llegada de Massa es más de los mismo, un piloto rápido que le dará sustos puntuales pero poco más, no le obligará a enseñar lo que tiene dentro al límite.
En lo que no hay dudas en comparación con un grande es en sus maneras en la pista. Ahí rivaliza con Farina. Simplemente tomando como referencia este año, no tendríamos espacio en esta columna, son ya cuatro incidentes de consideración. Heidfeld en Australia, Ralf en Mónaco, Webber en Turquia y de la Rosa en Monza. En todos un denominador común, cerrojazo. Ninguna acción se toma por parte de los comisarios, la “grandeza” vale para algo, y siempre una misma excusa: “No le he visto”.
Sr. Schumacher, cómprese unas gafas.
