El padre sintió un escalofrío cuando se topo con un cartel que le era conocido. Sin pensárselo dos veces corrió a casa para avisar a su prole.
Llevaban un tiempo pasándolo muy mal con tantas obras. Varias de sus zonas habituales de paseo habían cambiado o habían sido arrasadas. En ellas se erigían unas estructuras metálicas que no les proporcionaban cobijo y que, por tanto, intentaban evitar. Además había nuevas zonas grises y duras en las que grandes y rápidas cosas les quitaban la vida y que sabían que había que evitar a la luz del día.
Su hábitat, tranquilo de natural, se revolucionaba de vez en cuando durante unos días con unos ruidos fuertes que les hacían casi no salir de casa.
Cuando entró en casa estaban todos. No hizo falta esperar. Le notaron en la cara la temblera y el miedo. Quizá se había encontrado con una fiera y había salvado la vida por los pelos. Pero no.
Escuchad, les dijo, he visto un cartel que significa que vuelve la pesadilla. Llegan esas bestias a casa de nuevo.
Todos temblaron recordando las seis bajas que sufrieron entre los primos y amigos de la cercanía hace unos años. El primogénito hizo la pregunta que nadie quería oír. ¿Estará esa cosa roja con una cosa redonda amarilla? Papa conejo miró en derredor encontrándose con doce caras de ansiedad y miedo. Sí, contestó, aunque podemos respirar algo más tranquilos porque el viento no parece traer agua. La familia de conejos se puso a recolectar su comida para toda la semana. Desde el viernes no será seguro que asomen el hocico por la hierba de Silverstone.