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ARTE Y PELLIZCO

Domingo, Mayo 1st, 2011
Arrojado y Manzanares

Arrojado y Manzanares

“ARROJADO”
“Arrojado” es su nombre. Manzanares el diestro. Nuñez del Cuvillo la ganadería y La Maestranza el escenario. Todos entraron en la historia del arte de la Tauromaquia la tarde del 30 de abril de 2011.
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SIMPLEMENTE MORANTE

Miércoles, Junio 6th, 2007

Acaba de poner Morante un par de banderillas, su último al sexto toro, al quiebro. Sí, Morante banderilleando. Ha sufrido un revolcón muy feo que afortunadamente sólo ha acabado con una brecha en la frente en el quinto. Algunos le pitaban, ha sido un San Isidro insufrible en ese aspecto, y el toro que era gazapo se le ha echado encima sin darle opción.

Ha habido que esperar a que el artista saliera de la enfermería. En ese tiempo muerto hemos terminado de sufrir al insufrible y veleta Moncholi. Que parte del público pite o se queje continuamente es parte del espectáculo. Normalmente la otra parte del público les afea su conducta y se genera, a veces, una sana discusión. Pero que el comentarista censure y critique sin miramientos la opinión del respetable es lamentable.
Volviendo a la enfermería. Lar de tragedia y sangre, de horror y triunfo, Morante encontraba la inspiración del artista.
Semblante serio, casi doliente, sin prisa regresando a su burladero. En torero, gustándose, recibiendo el cariño del público. Pisaba el ruedo y recibía la ovación más fuerte si cabe pidiendo que saliera el sexto. A la hora de comer habíamos comentado que de las ganaderías que iba a lidiar la que más nos gustaba era la de Cuvillo. Ese era el sexto. Roto desde el momento que pisó la arena con él. Verónicas que uno no veía desde Paula. Quites de ensueño por delantales. Y la sorpresa. Banderilleando. Dos pares asomado al balcón, reuniendo arriba y el tercero por dentro y al quiebro.
Con la muleta doblándose hasta el dolor con el toro, pinturero, de verdad, simplemente belleza. A la hora de entrar a matar marró. Un metisaca pero entrando de verdad. El segundo espadazo a ley y todo termina.
Llora el torero y llora gran parte de la plaza. Lágrimas de emoción y belleza, de éxtasis y sueño.
Lo de menos es si le han dado una oreja, dos o ninguna. Ningún trofeo puede premiar la amplitud de la faena. Desde que el toro pisaba el albero hasta que Morante se iba a por la espada traicionera.

Morante ha toreado en la plaza de Madrid y yo lo he visto. Olé, torero.