3 de julio de 2005
Aunque Ecclestone exclamara en Indianápolis que, “La F1 ha muerto”, y Mosley intentara por todos los medios matarla, en Francia hemos comprobado que no, que no ha muerto.
El circuito estaba cerca del lleno si no lleno completo. Los aficionados mostraban sus caras ilusionadas por ver rodar a los monoplazas. Todo ha ido volviendo a la normalidad. El paddock ha tenido su movimiento habitual, todo se ha desarrollado como en cualquier otro GP y hemos tenido carrera.
La F1 ha demostrado que, independientemente de quien mande, quien gane, los problemas que haya o se generen, es algo más. Es un sentimiento, es pasión y eso no se mata así como así.
Ver la cara de felicidad de Fernando, la concentración de Raikkonen, la pinta de Coulthard, al ligón de Liuzzi, a Trulli o Montoya con sus peques, me tranquiliza. Ellos son la F1, los que se la juegan en cada GP en la pista, todos y cada uno de los pilotos que nos hacen vibrar vuelta a vuelta. Los problemas de BMW y Williams, los tejemanejes de Ferrari, los problemas de los pequeños, eso es la F1.
Por eso, hoy voy a dormir muy tranquilo. Porque aunque algunos la hayan querido matar, inconscientemente o no, la F1 ha salido reforzada, porque lo que no te mata, te hace más grande.