5 de agosto de 2006
Todavía estoy maravillado y asimilando el GP de Hungría. Han sido tantas cosas que hay que masticar muy bien para no empacharse. Alonso, Pedro, Button, M. Schumacher, accidentes, averías, polémica.
Tengo que empezar por Alonso. ¡Que barbaridad! No es que no te esperes que Fernando tenga una actuación al nivel de los más grandes, no. Sé que la capacidad la tiene pero, como los grandes del deporte, se tienen que dar las circunstancias para sentar cátedra. Y ser capaz de aprovechar esa ocasión para impartirla.
Luego viene Pedro y su más que racional ataque sobre Schumacher. No quiero obviar el resto de su magnífica carrera, siempre arriba y colocado para recoger los frutos. Pero la manera en como atacó a Schumacher dice mucho a los que no tenían fe en él. Pedro cazó y se dispuso a adelantar en la recta. No había manera por la punta del Ferrari. Agravado además por la mejor tracción del McLaren. Esto le hacia emparejarse un poco con el Ferrari sin poder coger el rebufo. No se amilanó ni se precipitó el catalán. A pesar de las escapadas de Schumacher en la chicane. Parece ser que la regla dice que sólo debes ceder el paso cuando a resultas de la maniobra hayas ganado posición. Como Pedro parece que no le llega a superar en ningún momento, no hay obligación para Schumacher de dejarle pasar. Pero en el Apéndice L, capítulo IV punto 2.f dice: la repetición de serios errores o la apariencia de una falta de control del coche (por ejemplo salirse de pista) puede conllevar la exclusión del piloto afectado. Insisto en que si alguien me puede dar el link a lo de la chicane se lo agradezco. Pero esto es lo único que he encontrado. Seguimos con Pedro. Al segundo intentó pasó a su ex – ídolo y se dirigió a su primer podio. Como bien decía David Plaza en la redacción de Grand Prix, debió subir al podio con el carnet en la boca.
Por fin ganó Button. No es que me alegre especialmente por Button. Me es indiferente y si no hubiera estado ahí habría ganado Pedro. Pero lo mejor es que ya no habrá que oir a los boca buzón de turno recordándonos una carrera tras otra el goteo incesante de GP sin ganar.
Y Schumacher. ¡Que falta de inteligencia! No vale eso de que siempre buscó la victoria luchando y hasta la extenuación. Tenía tres opciones: Una la que utilizó, fallida a todas luces. Dos, rodar a un ritmo adecuado al estado de sus gomas sin forzar. Eso implicaba perder dos o tres puestos a lo sumo en la pista. Tres, entrar a cambiar e intentar recuperar lo perdido con ruedas de seco. En fin, aunque no quiera todo apunta a un gen heredado por ambos hermanos.
Y Alonso sin premio. Pues no. El premio de Alonso será entrar en los libros de Historia de la F1 cuando esta carrera se coloque entre las mejores de siempre. En este mundo anglosajón, por mucho que le duela a Ferrari, esta carrera será recordada por ser la primera victoria de Button y por la antológica actuación de Alonso. Fernando escala un poco más en el Olimpo para ponerse a la altura de unos pocos elegidos. Ese es el mejor premio posible, la inmortalidad.