Llevo desde hace mucho tiempo queriendo escribir algo sobre los accidentes de tráfico.
Por sistema se demoniza la velocidad. Es lo más fácil y lo que genera más ingresos al Ministerio. Es sus presupuestos, me dicen, que hay una partida que proviene de los radares de tráfico. Significativo.
No entiendo esa comparación entre operaciones salida y entrada de verano con las del año anterior. O las semanas santas o los puentes de mayo. Las condiciones son distintas, el tiempo cambia. Absurdo.
El dato importante que no he visto resaltado como se merece, es el de muertos por millón de vehículos-3,74 sobre 28.300.000-. Ahí la tendencia es clara y sigue bajando.
Sigamos con los datos. Un poco más de la cuarta parte de los fallecidos no llevaban el cinturón de seguridad puesto. Todavía queda gente que no se lo pone y lo que te rondaré morena.
El 38% de los muertos se vieron envueltos en un accidente en el que una de sus causas era la velocidad. Ojo, una de las causas y no la única.
Los datos demoledores que dejan a las claras que los radares y los excesos de velocidad son para recaudar. Son los siguientes.
Tres de cada cuatro accidentes ocurrieron en vías normales. Sólo la cuarta parte en autopistas donde están colocados la mayoría de los cinemómetros. Además, estos están situados donde su única función en pillar ‘in fraganti’ al conductor. No están colocados, alguna excepción habrá, antes de puntos negros, no. Y manda huevos que haya puntos negros en una autopista.
Esta semana santa he viajado y con mal tiempo. El estado de las carreteras es harto lamentable. Sobre ese dato no se dice mucho o se pasa de puntillas. No interesa. Lástima de estudio que dijera en cuantos accidentes influyó el firme.
Claro que la sentencia que condena al estado a indemnizar por un accidente ocurrido por el mal estado de una vía es importante. Esperemos que se abra la veda.
Hay asfaltos que no chupan el agua y levantan un spray atroz. Y otros que no levantan lo más mínimo. Urge que se use ese asfalto ya en todas las vías.
Lo de llamar asesino en potencia a alguien por ir a 133 es una infamia, una sandez y una desvergüenza. El individuo que dijo eso, que no se quien es ni me importa, es un inepto. Algunos seremos asesinos en potencia pero el que lo dijo es un imbécil profundo en realidad
El Director de Tráfico no sabe conducir. ¿Como puede dar consejos? Claro, el va en coche oficial y le van abriendo camino. No respeta los límites de velocidad y no pilla un solo atasco el señorito. Como dice el dicho, con buena picha bien se jode o con buena polla bien se folla. Perdónenme la claridad de la afirmación.
Hay mucha gente que no sabe conducir. Que circula por el carril central porque va con miedo. Las autoescuelas enseñan a aprobar no a conducir. Lamentable.
Pero no se preocupen, a pesar de todo esto las culpas seguirán recayendo en los automovilistas.
En una autovía de dos carriles donde se circula a 120, resulta que el autobús de turno, para eso son animalitos de Dios, pasa a la izquierda a pasar a otro colega autobusero o a un camión a 100 y clava a los que vienen. Se provoca una situación de peligro. Parece lógico que se les permitiera rebasar el límite en momentos puntuales como esos adelantamientos.
En una era, como la que estamos, en que los trenes cada día van más rápido, los aviones también, hasta los barcos, se sigue intentando reducir la velocidad de los vehículos en vez de mejorar las vías.
No he visto prácticamente más que dos coches de la guardia civil, uno de ellos camuflado con radar, en los casi 1.000 kilómetros que he hecho en la semanita de marras. Es cojonudo esto de multar desde el sillón. Como comentó el maestro Reverte. Exijo mi derecho a ser perseguido, parado y multado por el número de la Guardia Civil de turno, con bigote o sin él, si infrinjo el Código de la Circulación. Al menos podré desahogarme.
Aclaración. Si alguien ha entendido que abogo por la velocidad libre no ha entendido nada.
Pero unos límites acordes a los tiempos y mecánicas que corren sería una buena noticia. Los límites de velocidad se impusieron a consecuencia de las crisis del petróleo en 1974. Y de ese cuento siguen viviendo.