Reconozco que no tenía muchas esperanzas ante la carrera de hoy. Había fantaseado con la imagen de Ecclestone apretando un botón para que se rompiera el motor de Schumacher y cosas de esas. No deseaba la rotura de Michael, no suelo desear el mal a nadie. Cuando ha aparecido la imagen del Ferrari herido de muerte me he llevado las manos a la cabeza. No me he alegrado, me he asombrado, no daba crédito a lo que veía.
Siempre he tenido, desde pequeño, una especie de superstición. “En la manita de plata se ve la trampa”. Esa frase la decía un profesor de gimnasia al respecto del equipo que no jugaba limpio. Especialmente jugando al voleyball. Cualquier jugada dudosa, acababa con el balón en la red del equipo que había conseguido ventaja. Curiosamente y de manera nada científica, indefectiblemente esa “mano” divina venía a resarcir al perjudicado.
Ayer en la redacción, un colaborador de la revista hacia mención a la ayuda de Dios. Le contesté que iba a tener que echar muchas horas extras el altísimo. Bueno, el caso es que con manitas, ayudas divinas o simple estadística, Alonso tiene la situación normal que debería haber sido sin tanta decisión arbitraria de la FIA tanto en el tema técnico como disciplinario.
De todo lo que pensaba que podía pasar, la rotura es lo que menos esperaba. Y es que la última vez que Michael Schumacher abandonó por esta razón fue en el GP de Francia del año 2000. Queda claro pues que los Ferrari también se rompen aunque, es verdad, menos que los demás. Pero es así. ¡Y parecía imposible!
Sólo queda rematar la faena en Brasil.