Una nueva edición de la Ryder Cup llega éste fin de semana. El duelo entre dos estilos de golf que paraliza el mundo está aquí.
Tras casi todo el siglo XX con un dominio americano insultante todo cambió en 1979. Hasta ese momento el duelo era Estados Unidos contra Gran Bretaña e Irlanda. Tras una sugerencia del “Oso Dorado”, Jack Nicklaus, el equipo británico pasó a ser europeo. La emergencia de Seve Ballesteros o Bernahrd Langer hizo el resto.
Lo que se había convertido en una reunión de amigos que jugaban al golf pero sin competitividad, pasó a ganar emoción, pasó a ser un duelo reñido y la magia volvió.
Los europeos plantaron cara en 1979 pero tuvieron que plegar velas otra vez. En Walton Health de nuevo recibieron un severo correctivo y llegó Tony Jacklin.
Tony, uno de los mejores jugadores europeos de todos los tiempos, fue nombrado Capitán. En Palm Beach la derrota sería por un solo punto. Seve se acercó a sus desconsolados compañeros y cambió el rumbo de la competición. “¿No os dais cuenta de que somos capaces de ganar?”. La mirada de los jugadores cambió y, por fin, en 1985 llegaría la gloria con la victoria en The Belfry y la primera victoria en suelo estadounidense en 1987, en Muirfield.
España tenía una importancia capital desde la apertura de Europa a la competición. Los principales baluartes, Garrido, Cañizares, Piñero, Rivero, Olazábal, García y Ballesteros.
Hay dos Ryder que están por encima del gran nivel general de los últimos 25 años. Valderrama 1997. En una joya de campo y con Ballesteros de capitán, la primera Ryder fuera de las islas o de Norteamérica fue éxito total. El debut de Tiger Woods en la competición le terminó de dar la cobertura global y el empujón para convertirse en un evento planetario.
Es inolvidable recordar las carreras de Severiano de un hoyo a otro. Prácticamente dando consejos a sus pupilos tras cada golpe. A pesar de la torrencial lluvia, Jaime “Jimmy” Patiño logró que el campo estuviera en las mejores condiciones posibles. A Europa le valía el empate pero Seve quería ganar y espoleó Montgomerie para que al menos empatara. Lo consiguió y el delirio y la fiesta se desbordo.
La siguiente edición fue épica para los americanos. Tras las dos jornadas previas a la última de individuales, los americanos perdían 10-6. El comienzo del domingo fue bueno pero ganar los primeros siete partidos fue algo inaudito.
Desde entonces, dos victorias europeas incluyendo la edición aplazada de 2001.
Los americanos llegan con muchas ganas y con un capitán, Tom Lehman, que les está inculcando el juego de equipo, el talón de Aquiles americano.
La lucha se adivina dura, como casi siempre.
De la samba de Olazábal en Muirfield, las carreras de Seve en Valderrama, el putt que se escapó de Langer en Kiawah, las lágrimas de Seve felicitando a Faldo en Oak Hill o el putt ganador de McGinley en la última edición. Son tres días de emoción contenida en que cada punto cuenta. El K-Club parece el escenario ideal para el match-play con agua que entra en juego en muchos hoyos y con un final tremendo.
Preparen la tila que en nueve horas y si el ex-huracán Gordon no lo impide empieza el duelo. Europa contra Estados Unidos.