Los tres rallyes disputados hasta ahora en el Mundial han tenido un denominador común. La personalidad.
La vuelta del Monte a los tramos de siempre ya comentamos que había sido un éxito. Ni la falta de nieve, que habría creado un Monte clásico, pudo deslucir la prueba. Cierto es que tramos realmente míticos y en su configuración original se contaron con los dedos de una mano. Pero la zona y el público, ávido de volver a ver los coches, lograron un éxito que deberá repetirse. Si se encuentra la manera de hacer también el Turiní, aunque sea una pasada sólo, se habrá completado en miniatura una prueba clásica.
Suecia fue Suecia. Velocidades de infarto, mucha nieve y mucho, mucho hielo con temperaturas muy bajas. La superespecial fue espectacular y no hay mucho más que añadir. Otro rallye clásico con sus características históricas.
Y Noruega. Una de las nuevas incorporaciones al calendario. La decisión de unir ambas pruebas nórdicas también ha sido una gran decisión. No sólo por contar con otra prueba sobre nieve, sino porque no ha sido otro “Suecia” más.
Si el sueco es un rallye muy rápido y sobre buen piso, el noruego es un verdadero infierno blanco, un rompecoches.
En zonas de tramos me parecía estar viendo la estrechez de algunos tramos australianos o chipriotas, la irregularidad de un Acrópolis y el terreno roto de un Safari, el propio Acrópolis o el mítico Portugal. Y todo ello con el manto blanco de la nieve y el hielo.
Un acierto contar con tres rallyes tan distintos y con sus personalidades marcadas. Quizá por eso no es extraño que haya habido tres ganadores distintos.
Éste es el camino a seguir. No incorporar rallyes sin ton ni son al Mundial, sino aquellos que aporten algo distinto y supongan un nuevo reto a los pilotos.