ORGULLO DE FILIPPIS
Fue la primera mujer en disputar un GP de F1. Allá en 1958, en Spa. Con un coche obsoleto. Pero a Maria Teresa no se le ponía nada por delante. Y, sobre todo, nadie le decía lo que tenía que hacer.
Nacida en el seno de una familia bien acomodada, su padre el Conde De Filippis tenía varias empresas y cableó el sur de Italia, se las apañó siempre para plantar cara a sus tres hermanos. Sobresalió con los caballos hasta que su padre le compró un FIAT 500. Desde ese momento empezó a competir. Y ganando. Tenía 22 años.
Seis años después se había hecho un nombre y se planteó pasarse a los monoplazas. En un mundo de hombres sorprendía su determinación.
ACEPTADA
Fue aceptada con los problemas habituales de cualquier recién llegado. No por ser mujer, si no por ganar a quién ganaba. Los grandes astros, sus ídolos, la acogieron sin el más mínimo problema. Pero los integrantes de la media parrilla hacia atrás, aquellos a los que derrotaba, no la veían con tan buenos ojos. Nada nuevo bajo el sol, seas hombre o mujer.
Maria Teresa estaba en bastante buena forma. Antes de los caballos de los coches, había competido sobre caballos de verdad y desde una temprana edad. Por tanto le era relativamente sencillo mover el volante de aquellas máquinas. Pero un Maserati del 57 en Mónaco no era un turismo.
En las lentas curvas del Principado, Maria Teresa se movía de un lado a otro de su asiento y ladeaba su torso en el intento de mover lo más ágilmente posible el volante. No pudo entrar en la parrilla.
En Spa acabó en 10ª posición y abandono en Oporto y Monza.
EL FIN
De cara a 1959 se alineó con Jean Behra que estaba construyendo un bólido propio. Maria Teresa había sufrido la muerte de Luigi Musso, su pareja más o menos estable, unos meses antes en Reims, y la oferta de Behra era construirle un coche para ella.
Los retrasos hicieron que el coche llegara muy justo a Mónaco. Con unas relaciones de cambio totalmente inadecuadas, muy largas, no pudo meterlo en la parrilla. Los intentos de Hans Herrmann y Wolfgang Von Trips tampoco lo consiguieron. Maria Teresa, como había hecho en Oporto tras reventar su coche contra una farola y montarse en otro alquilado, se dispuso a ir un poco más allá. Stirling Moss la cogió del brazo y la disuadió de intentarlo. Era imposible. Quizá fue la única vez que hizo caso de un consejo ajeno.
Y llego Avus. Allí debía de correr y estaba preparada para ello. Pero una disputa de Behra con Ferrari, golpeó a Romolo Tavoni-el jefe de equipo-, le llevó a ser despedido del equipo italiano. Ella insistió en que Behra debía correr la carrera en su coche. No hubo opción a discutir más. Jean Behra se mató en una de las carreras soportes de Sport-Cars.
Aquello fue suficiente para Maria Teresa que dejó la competición para siempre. ‘Pilotino’, como era conocida, abandonaba los paddocks tras dejar una huella indeleble de bravura y aptitudes notables.
De Filippis, que llegó a la competición tras ganar una apuesta a sus hermanos – la desafiaron a que no podía ser rápida en un coche-, no escuchó a nadie. Nunca quiso ir a Ferrari porque nadie iba a decirla lo que debía hacer. Ni hizo caso a Fangio cuando éste la dijo que iba demasiado deprisa. Y es que el orgullo de los De Filippis, es mucho orgullo.
ORGULLO DE FILIPPIS
Fue la primera mujer en disputar un GP de F1 allá en 1958, en Spa. Con un coche obsoleto, el Maserati 250F campeón con Fangio. Pero a Maria Teresa no se le ponía nada por delante. Y, sobre todo, nadie le decía lo que tenía que hacer.
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