Bernie Ecclestone está empezando a perder los papeles de una manera preocupante para la F1. La actual situación mundial de crisis recomienda mesura y tener dos dedos de frente. Quizá es un momento para replantearse tarifas, actitudes y exigencias. Bernie supo moverse bien en el mundo de tiburones que era la F1 y sacó una ventaja capital para él, sobre todo, y para los equipos, que deben rendirle pleitesía eterna.
No hay duda de que la F1 sigue siendo un espectáculo único. Tampoco la hay de que ese espectáculo inigualable hay que pagarlo. Que gracias a Ecclestone el actual estatus que se disfruta en la máxima categoría es de verdadero privilegio, tampoco se le escapa a nadie. Pero…
En Francia tuvieron que renunciar a organizar el GP en 2009, de momento, por falta de recursos. Canadá también ha tenido que recular y no estará en 2009 y nada parece indicar que puedan estar en 2010 o 2011. Y todo esto después de unos esfuerzos ímprobos por parte del alcalde de Montreal. Por último, China también se está planteando renovar el contrato cuando venza en 2010 ante la ruina que supone organizar un GP.
Volviendo a la situación actual. No parece muy lógico seguir manteniendo las misma exigencias en la tarifa para organizar un GP que hace, digamos, tres años. Máxime cuando a los circuitos se les deja las manos muy atadas y sus posibilidades de recuperación de los invertido casi se limitan a lo recaudado en taquilla. Lo que se traduce en precios muy altos que convierten a la F1 en algo casi prohibitivo para el aficionado de a pie.
Además está la obsesión por sacar la F1 de su casa, de su terruño, de donde nació, creció y forjó su leyenda, la vieja Europa. Y todo por llevársela a mercados emergentes que, como en el caso de China, preparan un circuito sensacional, pero se encuentran con las gradas vacías porque falta una de las cosas más importantes de la F1: la tradición y la pasión. Y eso se tarda muchos años en conseguir.
Bernie Ecclestone parece estar fuera de onda y de cualquier posibilidad de tener un juicio medianamente acertado. Su empecinamiento en cobrarle a Canadá, con las presiones de los equipos por estar en Norteamérica, y exigirles un aval casi irrealizable no tiene sentido. Su fijación por cargarse Magny-Cours, tampoco. Ahora le empiezan a llover los problemas. Por primera vez desde 1950 la F1 no visitará Estados Unidos o Canadá. Sus mercados emergentes se le pueden caer como un castillo de naipes. Los equipos se aprietan el cinturón pero él sigue a lo suyo.
Para poner la guinda a este cúmulo de despropósitos viene su petición de que se premie con medallas en los Grandes Premios a los tres primeros. ¿Y el resto? Es duro decir que Ecclestone está caduco. Pero es la sensación que da. Que le den una medalla reconociéndole sus méritos, que son muchos, y que le jubilen por su bien y el de la F1.
Publicado en el número 106 de Grand Prix International